Como varias cosas en la vida, el proceso y el impacto de envejecer, también tiene sus mitos. Gran parte de ellos son creados por estereotipos sociales negativos de lo que supone el sumar años, cayendo (y creyendo) en una serie de prejuicios a partir de la falta de conocimientos en la temática que más de una vez genera que despleguemos lo que se llama "viejismo" o discriminación por la edad.
Diez mitos sobre los adultos mayores
Les comparto a continuación algunos de estos mitos populares erróneos sobre la vejez:
1- El adulto mayor es inútil.
Puede -o no- que el adulto mayor se mueva o reaccione con mayor lentitud en cuanto a actividades físicas se trata. Pero esto no limita o disminuye su utilidad en la sociedad. Generalmente, son personas con una valorable experiencia de vida, y frecuentemente son más comprometidas con sus actividades, tienen rendimientos más estables y faltan menos a sus responsabilidades.
2- El adulto mayor no tiene familiares que se preocupen por ellos.
Sólo un 2% de los adultos mayores argentinos habitan en residencias geriátricas. La mayor parte de ellos viven cerca de sus hijos o algún familiar cercano que suele verlos con cierta frecuencia. En ocasiones, quienes residen solos buscan crear núcleos sociales y sistemas de apoyo entre ellos mismos para prestarse ayuda en caso de necesitarla.
3- El adulto mayor no es capaz de hacer ejercicio.
Absolutamente lo contrario. Realizar ejercicio físico adecuado, moderado y periódico resulta beneficioso porque reduce la descalcificación ósea, fortalece el corazón y los pulmones, reduce la tensión arterial y mejora la fuerza muscular. Además, refuerza el sistema inmune y tiende a desarrollar un aumento del bienestar anímico general de la persona.
4- El adulto mayor es dependiente y necesita ayuda en sus actividades cotidianas por problemas de salud.
Si bien existen personas de edad que padecen diversas enfermedades y limitaciones que dificultan el desarrollo diario -como en el caso de experimentar trastornos crónicos, degenerativos o incapacitantes-, la mayoría de ellas continúan realizando sus actividades de manera independiente, lo cual lleva a mantener su calidad de vida, posibilitando ser activos y autoválidos en su rutina.
5- El adulto mayor se aísla por sí mismo de la sociedad.
Quienes lo hacen, en general, tiene motivos ajenos a su voluntad. Y contrariamente a esto, la mayoría mantienen relaciones con familiares, nietos, vecinos y amigos, y apuntan a mantener ciertas actividades en la comunidad donde viven.
6- A más años, menos se duerme.
Lo que sucede es que el dormir se torna más fragmentado y menos profundo, ejerciéndose por partes, dado que los despertares son más frecuentes. Los periodos de sueño duran menos y la calidad es distinta. Para completar el tiempo de sueño de calidad, los adultos mayores necesitan de un mayor número de siestas que las personas jóvenes.
7- Ser mayor significa ser menos feliz.
Afortunadamente este concepto no tiene nada que ver con la vejez. Aunque comúnmente se valore solo a la juventud, existen estudios que determinan que hay mayor madurez afectiva en la adultez, y que los ancianos no son menos felices en general ni están menos satisfechos que los jóvenes.
8- Todos los ancianos son pobres.
Si bien en nuestro país existen debilidades sociales y económicas en cuanto a la promoción y ejecución de derechos de los adultos mayores, las estadísticas muestran que la mayoría poseen ingresos y acceso a sistemas de salud públicos y privados, son propietarios de sus viviendas y en casos, hasta ayudan económicamente a sus hijos.
9- Los ancianos son rígidos.
Los rasgos de personalidad se estabilizan con la edad y serán más rígidos o flexibles según lo hayan sido siempre. Esta variable depende de la personalidad previa de cada persona. Estudios al respecto indican que la vejez no es una etapa particularmente estresante dentro del curso de la vida.
10- El adulto mayor no es capaz de adquirir nuevos conocimientos.
Todo adulto mayor tiene la habilidad y el tiempo de aprender cualquier cosa. Las nuevas actividades ayudan a mantener funciones ejecutivas y cognitivas activas, además que es favorable para la salud mental. Desde luego, el límite existe en tanto su salud física y psíquica lo permita, además de estar asociado a la motivación intrínseca y gusto de cada persona, pero, contrario a lo que muchos creen, la capacidad de aprendizaje no se pierde con la edad. Los que sí deben cambiar son los métodos de aprendizaje para adaptarlos a las condiciones de estas personas.
Como podemos constatar, existen estos, y muchos otros mitos en relación a la adultez y la vejez. Para poder derribarlos, y así colaborar con la creación de nuevos estereotipos sociales, sería oportuno informarse acerca de los cambios que el envejecimiento involucra y lo que será factible que lleguemos a experimentar como familiares y protagonistas de esta etapa. Esto, abre caminos, posibilita encuentros, y permite estar preparados para enfrentar la vida de una mejor manera.