Para muchas parejas el matrimonio para toda la vida se convertía en una "sentencia" que tenían que soportar, especialmente cuando la mujer dependía económicamente del marido para su supervivencia. Especialmente, tratándose ya de parejas mayores el divorcio en la vejez era casi inconcebible. "Si ya me aguanté hasta ahora, ¿para qué?" es un argumento que anteponen hombres y mujeres de la tercera edad cuando piensan vagamente en divorciarse. La realidad es que a los 60 años aún existe la posibilidad de vivir entre 15 y 30 años más, y ya no hay "¿para qué?" que valga.
¿Hasta que la muerte nos separe?
No obstante, el divorcio a edades avanzadas se enfrenta a una problemática específica. Siguen existiendo muchos prejuicios al respecto y la presión social y familiar, de hijos e incluso nietos, puede ser muy fuerte.
¿Qué desencadena el divorcio en la edad adulta?, una de las principales razones que está causando el aumento del divorcio en adultos mayores es el aumento de la esperanza de vida. Hasta hace poco eran escasas las parejas que permanecían juntas por más de 40 años y eso se debía a que las personas morían mucho más jóvenes.
El avance científico, la medicina y nuestra consciencia sobre el cuidado de la salud han mejorado notablemente, lo cual llevó a que la media de supervivencia supere ya los 80 años en países occidentales y sigue en aumento.
Vivir con la misma persona durante 50, 60 o 70 años puede sonar romántico y ser una perspectiva esperanzadora para las parejas con una relación sólida, pero, ¿no es acaso una condena demasiado larga para quienes no se quieren, no disfrutan de la compañía del otro, ni sostienen cosas en común?
Muchas veces, personas que llegan unidas a sus 60 años lo han conseguido sencillamente por la costumbre y porque sus ocupaciones (trabajo, crianza de los hijos, etcétera.) los han mantenido alejados de su realidad como pareja. En su devenir diario, no se habían planteado (o han evitado hacerlo) si esa parte de sus vidas era satisfactoria.
Pero, al irse los hijos de la casa y con la llegada de la jubilación, la pareja se enfrenta a su propia realidad. Por primera vez en décadas están solos y tienen tiempo. Al volver a encontrase, algunas parejas se dan cuenta de que ya no tienen nada en común, que lo único que los unía era la responsabilidad de criar a los hijos y que el amor se terminó hace mucho tiempo. Algunas mujeres sienten que han sacrificado lo mejor de sus vidas y necesitan ser libres para realizarse personalmente, mientras que para los hombres es importante recuperar la ilusión de sentirse necesitados y queridos.
Debido a que hombres y mujeres envejecemos diferente, es que afrontamos la edad de distinta manera. Mientras que las mujeres tienen menos miedo a la soledad y se atreven a dar el paso de la separación a cambio de ganar paz y tranquilidad, los hombres necesitan sentirse atendidos y cuidados, por lo que en su gran mayoría sólo toman la iniciativa de divorciarse cuando han encontrado una nueva pareja que llene sus necesidades.
Por supuesto que no existen reglas y cada persona que llega al divorcio bien entrada la madurez lo hace por sus propios motivos, aunque en el fondo subyace el deseo de ser felices y no desperdiciar la última etapa de sus vidas.
En muchos casos, llegar al divorcio en la vejez es sólo la consecuencia de relaciones de pareja enfermizas o infelices, que sólo se han mantenido unidas por los hijos o mientras pudieron evadirse de la convivencia gracias al trabajo y otras ocupaciones. En otros, no existen aparentemente grandes problemas y sin embargo, el vínculo afectivo se ha perdido aunque se lleve una convivencia razonablemente armoniosa.
A la hora de apoyar la concreción de un divorcio la familia, especialmente los hijos (y nietos si los hay) juegan un papel fundamental. Generalmente los hijos son perfectamente conscientes de los problemas de pareja de sus padres y saben que la separación es la única salida, sólo que, no siempre es fácil para ellos aceptar la idea, y ver a quienes lo criaron separados después de tantos años, no poniendo las cosas fáciles.
Contar con el apoyo familiar y de un afectuoso círculo de amigos, es fundamental para que los adultos mayores puedan afrontar su proceso de duelo tras la separación, el cual afecta a ambas partes, incluyendo a la que toma la iniciativa de cortar la relación, porque después de todo se trata de un gran cambio en estilo de vida que han llevado por años. Un nuevo comienzo, por más que sea buscado, no deja de asustar un poco.
En cualquier caso, separarse a una edad avanzada no significa cerrarse al amor para el resto de la vida (que afortunadamente hoy puede ser todavía muy larga). Volver a enamorarse pasados los 60, es perfectamente posible y recomendable, de hecho, existen estudios médicos y científicos que muestran que las personas mayores que inician una relación amorosa en la tercera edad, se mantienen más sanas, más alegres, mejoran sus defensas e incluso retrasan el deterioro cognitivo.
Afortunadamente los tiempos cambian y poco a poco nos vamos librando de absurdos prejuicios, como el de que el amor sólo es para los jóvenes. Toda edad es buena para reinventarse y encontrar la felicidad y el amor.
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