Cuando muere una persona que amamos inesperadamente, no hay que esforzarse por llorar. Es un gran mito creer que, si uno no llora, no está haciendo el duelo. Muchas personas están muy tristes cuando pierden a un ser querido pero, aun así, no pueden o no les gusta llorar delante de la gente y prefieren llorar a solas. Y otras, lloran después de que todo ha pasado.
Qué hacer ante la partida de un ser querido
Lo importante en estos casos es poner en palabras lo que estamos sintiendo. ¿Cómo? Podemos escribir una carta al ser amado que partió, lo cual es muy terapéutico. De esta manera, tenemos la oportunidad de comprobar si nos quedaron cosas guardadas en el corazón, o si hubo cosas que no dijimos. Puede ser un pedido de perdón, un agradecimiento o un recuerdo y es bueno expresarlo. La persona que parte antes que nosotros siempre va a estar presente en nuestro corazón y una carta es una forma de rendirle homenaje.
Muchos pierden a un ser querido en un accidente automovilístico, o en una catástrofe e incluso por suicidio, y tienen que ver el cuerpo de esa persona, lo cual queda en su psiquis como una foto marcada. Por lo general, esto es algo desgarrador y traumático pero no se debe negar ese recuerdo sino, cada vez que viene a la mente, oponerle un recuerdo lindo, alguna experiencia grata que hayamos vivido con la persona. Es decir que, frente a un recuerdo triste, hay que recordar simultáneamente (ponerle al lado) otro recuerdo agradable que sea como una caricia al alma. En el duelo es importante permitirse tanto lo lindo como lo feo, lo bueno como lo malo, que hemos vivido en esa relación.
De eso se trata precisamente el duelo, que quiere decir combate entre dos. Es, en realidad, una lucha interna entre una parte de nosotros que acepta lo que sucedió y otra que se niega a aceptarlo. El duelo no es una enfermedad, como algunos creen, sino más bien un proceso evolutivo que todos tenemos que atravesar en algún momento de la vida. El dolor emocional y la ira que uno siente normalmente van disminuyendo con el correr del tiempo.
Una sugerencia que solemos dar en terapia para la familia que ha perdido un ser querido es juntarse una vez por semana, o dos, y todos juntos recordar a la persona que ya no está físicamente con el álbum de fotos o solo conversando sobre ella. Esto es algo extraordinariamente terapéutico porque es otra manera de honrar y no negar el dolor. Es fundamental que la familia esté unida en estos momentos para poder llorar juntos. Si las familias podemos disfrutar y reír juntos es porque también podemos llorar juntos.
Muchos padres que han perdido a su hijo comparten su dolor con otros y lo transforman en un don maravilloso para ayudar a los demás. Toda vez que nosotros hacemos algo por alguien de manera activa, que nos acercamos a alguien en necesidad a través de una palabra, un plato de comida o lo que sea, sin darnos cuenta sanamos algo de nuestro pasado. Cuando sufrimos una herida, porque alguien más nos lastimó o porque perdimos a un miembro de nuestra familia, nuestra posición es pasiva; mientras que, cuando ayudamos a otro voluntariamente, estamos siendo activos. En psicología, a esto se lo llama reparar: hacer algo activamente para sanar un hecho que se sufrió pasivamente en el pasado.
Nunca vamos a olvidar a los seres que partieron porque ellos pasan a estar dentro de nosotros. Pero en ocasiones sucede que con los años, para algunas personas, el dolor, la tristeza y el llanto no expresados debidamente se transforman en depresión (se lo conoce como intensificación del duelo). En estos casos donde hay una imposibilidad de cerrar el duelo es muy importante buscar ayuda profesional. No hay un tiempo específico para darnos cuenta de que terminamos el duelo. Algunos hablan de un año y otros, de dos años. Pero es uno mismo el que tiene que observar si, aun con el tiempo, el dolor en vez de gastarse se va acentuando cada vez más.
Los seres humanos nos relacionamos por identificación. Negarse a cerrar el duelo es una manera de sentir que la persona que se fue está viva (está viva en nuestra conducta). Algunas personas incluso expresan: "Siento que perdí un brazo", o "perdí la luz de mis ojos", o "algo de mí se fue para siempre". Nuestros lazos son fundamentalmente afectivos. Si fallece alguien con quien yo no tengo ningún tipo de vínculo o apenas conozco, voy a sentir un dolor social que tiene que ver con la empatía; pero si se trata de la muerte de una persona con quien tuve un lazo afectivo cercano, entonces el dolor sí o sí va a emerger fuertemente.
Así como nadie puede estar las 24 hs al sol, nadie puede estar todo el día concentrado en su dolor. Lo ideal es darnos permiso para experimentar las sensaciones que aparezcan para que el dolor se vaya agotando y hagamos un duelo sano o limpio.
Si tenés alguna inquietud, podés escribirme al mail: [email protected] .