El actor contó cómo construyó su personaje de Merello, un hombre capaz de robar con tal de ser fiel al peronismo. Y dijo por qué no extraña a la televisión.
"Quiero que me seduzcan"
Guillermo Francella abre bien grande los ojos y habla. Por momentos se le cruza una mirada a lo Pepe Argento de “Casados con hijos” o un gesto inequívoco de Hugo Bermúdez de “El hombre de tu vida”, pero en estos días su cuerpo y alma están en la criatura de Merello, ese fiel hombre peronista de “¡Atraco!”, la película de Eduard Cortés, filmada en España, en la que compartió cartel con Nicolás Cabré.
Luego de ponerse unas gotitas en los ojos y fumarse un cigarrillo, Francella se acomodó en el sillón del primer piso del hotel Plaza Real en Rosario y atendió gentilmente a UNO Medios, mientras sorteaba el cansancio de tres horas seguidas de entrevistas. El cine en el exterior, su pausa con la tele y la falta de programas cómicos fueron los temas que se abordaron además de los sentimientos vividos por una película que le vuelve a subir su piné en el plano interpretativo. Con ustedes, Francella.
—¿Qué representa ¡Atraco! en tu carrera?
—Una gran historia, un gran guión, que me encantó sumarme. Filmar en España fue interesantísimo, filmar a las órdenes de un director como Eduard Cortés, que no conocía, más allá de algunas películas que había visto de él, poder participar de una historia verídica, auténtica, basada en un hecho histórico, un personaje que me encantó componer, absolutamente antagónico de otros que realicé. Fueron muchos los factores interesantes que me sedujeron para participar de este proyecto.
—¿Tus trabajos en Rudo y Cursi, a las órdenes de Carlos Cuarón, y ahora en ¡Atraco!, supone que tu apuesta al cine está más enfocada en el plano internacional?
—Sí, pero en forma fortuita, no fue buscado. Sí fue buscado tener contenidos nuevos, pero no trabajar en el exterior. Se dio en México, se dio España, pero te confieso que no fue buscado el lugar de filmación. Sí, en cambio, tener textos nuevos, poder componer y construir personajes diferentes, que me seduzcan.
—¿Te interesaba correrte del comediante?
—Quería salir un poco, pero no de la comedia, género al cual amo y seguiré trabajando siempre, me refiero a roles nuevos, directores que me gustaban, y algunos de los cuales al poco tiempo empecé a trabajar con ellos. Me llegan a mi casa todo el tiempo buenos guiones y tengo la posibilidad de elegir.
—¿Era la primera vez que trabajabas con Nicolás Cabré?
—Sí, la primera experiencia con Nico. Pero ni en la faz personal lo conocía, era sólo “hola, cómo te va” y nada más. Pero me encantó. Es más, lo había hablado con Eduard Cortés, porque yo quería que el personaje de Miguel lo hiciera Nicolás, porque sabía que su histrionismo iba a dar justo con el personaje. Así que vía mail, vía skype hablamos mucho y permanentemente le decía que tenía que ser él. Al final tuvo la entrevista, quedó, y feliz de haberlo elegido.
—¿Vivís un enamoramiento con Eva Perón en la película?
—Absolutamente, es una adoración, te diría. Mirá, hay un parlamento en la película en el cual el personaje de Nico me dice: “¿Usted se enamoró de Eva”? Y yo le digo: “De las diosas uno no se enamora, las adora”. Y hay otro momento en el cual le pido al personaje que compone Fanego que me deje ver las joyas por última vez antes que las empeñen. El me dice: “Usted ya las vio lucir cuando la custodiaba”. Y yo le respondo: “No, yo siempre estaba de espaldas. La única vez que la vi de frente me morí”. Para él robar las joyas de la señora no era un hecho delictivo, era muy movilizante. El estaba muy hipnotizado por la causa, sobre todo.
—No conozco tus simpatías políticas, pero ¿lo que sentís por el justicialismo te ayudó o no a la hora de componer este personaje?
—No puedo decirte qué me ayudó y qué no. Alguna vez me preguntaron si mi familia era más gorila o más peronista, y yo te puedo decir que mi familia era de clase trabajadora, por ende eran peronistas, pero no militantes. Y los querían y respetaban, pero no se hablaba de política en casa, pero sí admiraban a Eva, y sí que les gustaba más Perón que el gorilaje. Pero no ha sido significativo para trazar un personaje, y además siempre la película es del director. Me acuerdo cuando me dijo que quería ver la película con los ojos de Merello y traté de ponerle todo eso. y salió una gran película, una película muy conmovedora.
—¿En lo que refiere a Telefe, todavía seguís enojado con el canal porque siguen repitiendo tus programas?
—Ya dejó de ser enojo, a ellos les asiste el derecho de hacer lo que quieran, aparte tengo una relación fantástica con Telefe, lo que pasa es que 14 horas semanales por televisión con repeticiones a nadie le gusta. Al artista no le gusta mucho que lo repitan, pero también veo lo que pasa con “Casados con hijos”, ahora con “El hombre de tu vida”, y ya uno se resigna. Pero por otra parte me encanta que se vea tanto, le acomodó la tarde a Telefe desde el año pasado, que venía perdiendo, y empezó a ganar a partir de “Casados con hijos”, y eso también es un plus para mí.
—¿Ya tenés en vista algún proyecto nuevo en televisión?
—No, de tele no. Estuve 10 meses haciendo “El hombre de tu vida” el año pasado, así que no extraño la tele. Sí, me gusta mucho, pero no creo que inmediatamente haga tele. Tengo dos proyectos de cine para el año que viene, vamos a ver qué sale de todo esto, también puede ser teatro, no sé, pero no planteo un año sabático ni nada de eso, si te calienta algo te tirás de palomita, si no te calienta algo, no.
—¿Por qué no hay programas de humor en la Argentina que sean tan buenos como “Poné a Francella” ?
—No hay programas de sketch, podría haber, pero no los hay. Hace muchos años que no hay un programa de sketch, y el caso de “Poné a Francella” fue bueno porque fue muy innovador.
—¿Cambió tan sustancialmente el humor del argentino?
—No creo que sea porque haya cambiado el humor en la Argentina, sino porque es difícil. La comedia de situación podés hacerla, pero en lo programas de sketchs tenés que lograr cinco o seis sketchs que peguen, con buenos actores, buenos autores, no es tan fácil. A mí no me gusta el humor a cara de perro, nada de hacerse el gracioso, sino que el humor parta de la letra, por supuesto que puede estar súbito a una improvisación, pero tiene que haber una buena estructura. Y eso está en falta.