A lo largo de la historia, la República Argentina se caracterizó por las antinomias, en cualquier lugar, circunstancia y situación.
El equipo que le hace inflar el pecho al pueblo argentino
Es como que se perdió el eje de conquistas deportivas buscando comparaciones absurdas con otras disciplinas. En los últimos dos meses gran parte de nuestra población habló de básquet.
Aún con personas que desconocen que no existe el empate y las reglas que están en juego para ganar un partido. Ese es un aspecto trascendental para aquellos que desde este lugar bregamos día a día por una mayor difusión.
Ni el más fanático y enfermo del básquet soñaba con ver a Argentina en la final de un Mundial. La mochila inicial de la Generación Dorada parecía muy pesada. Había un camino iniciado que con el diario del lunes no fue más que la continuidad de un legado.
El viejo, eterno e inoxidable Luis Scola encabezó este proceso. Sumó laderos en la misma dirección. El básquet argentino tuvo un proyecto, palabra tan bastardeada en otros deportes.
Y así fue naciendo todo. Con preparación, convicción y energía positiva para ir por el máximo. Argentina cambió su preparación y decidió utilizar los Juegos Panamericanos como banco de pruebas para llegar bien a China.
Entonces se colgó la medalla de oro en Lima y los jugadores siempre fueron por más. A competir, a vivir algo distinto (siete jugadores participaron por primera vez de una cita ecuménica).
El fixture medianamente era accesible en el tramo inicial. Pero eso había que plasmarlo en los números y en el juego. Y eso hizo la Generación sin límites, la que apuesta a jugar en equipo, a brindarse al otro, a llegar al final del camino con todos los soldados luchando por el bienestar general.
Y empezaron a voltear a los poderosos. De repente, a miles kilómetros de distancia, se levantaton programas, se hicieron móviles en casas de familiares, se reabrieron los arhivos para contar cómo nacieron los Campazzo, los Vildoza, los Gallizzi.
Eso logró este equipo: absoluta identificación. Intentar por algún momento soñar con transpolar todo lo que hicieron en un deporte por nuestro país a la vida cotidiana.
La Selección Argentina de Básquet hizo olvidar bolsillos flacos, políticas nefastas y una economía en llamas. Nos hicieron vivir despiertos una utopía inicial, un sueño que fue transitando sobre lo terrenal y que concluyó este domingo con la medalla de plata en un Mundial.
A la par, en cada uno de sus posteos o la misma aparición de Manu Ginóbili, ratificaron que los anteriores, esos que hicieron llorar a todo un país, también alentaron a estos gladiadores.
Viene el momento de disfrutar, de atesorar algo histórico para la disciplina en el país. Que necesariamente pueda servir para una unidad en todos los aspectos, sepultando grietas innecesarias en un país tan rico y querible con Argentina.