Un cabezazo goleador, un mano a mano desperdiciado y no mucho más. Sólo eso tuvo Central de Carlos Tevez, pero con ese poquito le alcanzó para marcarle la diferencia a un Newell’s que si de limitaciones se trata, en esta ocasión rindió todas las materias. La pobreza de un lado y del otro fueron evidentes, pero del lado canalla hubo algo fundamental: oportunismo.
El Central de Tevez logró un triunfo Gigante en el clásico ante Newell's
Télam
¿Y después qué? Más mañas que otra cosa, jugando a no jugar e incluso llevando al extremo el esfuerzo que Tevez pudo haber regulado con los cambios y no hizo. Tan solo eso fue Central para regalarse una victoria como hacía tiempo no tenía ante Newell's.
Fue demasiado el tiempo de estudio entre ambos equipos, sobre todo del lado de Central, que fue experimentando el esquema con tres en el fondo con el correr de los minutos, y de hecho muy bien no la pasó, sobre todo por el lado del debutante Juan Rodríguez. Es que de a poco Newell's le fue mostrando que ese mismo esquema lo tenía más aceitado, pero claro, sin una superioridad del todo marcada. De hecho, la primera más o menos clara que tuvo fue a la salida de un córner, cuando Sforza remató débil frente a Servio.
Newell's no terminaba de animarse y a Central le costaba, por eso fue tibia la arremetida de Buonanotte, hasta que Fernández se lo llevó puesto. Esa fue la jugada y la lesión que obligó a Tevez a romper todo lo que había pensado. Pero un par de minutos antes llegó esa corrida de Sordo por izquierda, el centro atrás y la entrada de Pablo Pérez, que quiso arrancarle el arco a Servio. Fue palo.
Y lo dicho, con el ingreso de Infantino por Buonanotte, Tevez rompió todo. Doble línea de cuatro y Rodríguez, hasta ahí de muy mal partido, de doble 5 junto a Tanlongo. Igual no hubo una rápida reacción del lado del canalla. Más bien todo lo contrario. En una nueva desatención nadie leyó el lateral rápido de Méndez y la entrada solitaria de Juanchón García, quien remató cruzado y desviado.
Infantino respondió con un remate mordido que se amortiguó en la humanidad de Pablo Pérez y de ahí hasta el final del primer tiempo nada, de un lado y del otro. Pero había una estampida guardada en el Gigante, la de Veliz, que fue quien le ganó en el salto a Lema tras el tiro libre de Candia. Cabezazo llovido, por encima del pibe Herrera. Gol y delirio canalla en un partido hasta ahí ordinario, mal jugado, pero en el que Central había encontrado una jugada fortuita.
Los argumentos pudieron ser muchísimos más sólidos si Veliz no fallaba en ese mano a mano con Herrera (se impuso el uno leproso), cuando le entró de primera a ese centró de Blanco. Hubiese sido casi la sentencia, pero fue la jugada que dejó vivo a Newell’s. Y de ahí en más se jugó lisa y llanamente el partido que Central quiso, el de las detenciones permanentes, el de las discusiones sin fin, de la tranquilidad por encima del ritmo frenético.
Newell's se encontró definitivamente con la pelota, que fue un elemento extraño. Porque Pablo Pérez la tenía, la toca, se juntaba, pero las transiciones rápidas nunca se dieron y eso facilitó la labor defensiva canalla, que nunca se vio en aprietos, salvo en ese tiro libre de Sordo que Ditta no pudo conectar en el segundo palo.
En el medio la andanada de cambios (primero de Tevez y después de Sanguinetti), que nada cambiaron. Porque Newell’s siguió penando con sus limitaciones y Central pensando el partido más que jugándolo. No obstante, fue el que más cerca estuvo en las poquitas chances que aparecieron, con esos dos cabezazos del excurridizo Chipi Frías.
Sobre los 40’ Sanguinetti le hizo señas a Lema de que fuera a pararse de 9, junto a los ya ingresados Rossi y Funez. Era ir como podía y no como quería. Y el resultado de esa apuesta fue la demostración de que el fútbol no le daba para intentar algo más pensado, propio de un equipo que está en el lote de arriba.
Central la hizo fácil ante Newell's, sacó todo lo que le tiraron de arriba para comenzar a edificar un triunfo tan grande como el mismísimo Gigante sin hacer demasiado. Pero en definitiva es lo que Central necesitaba y lo que logró. Lo demás es puro cuento.
Fuente: La Capital














