"No me olvido nunca de mis hombres del Grupo de Artillería 3. Mis suboficiales y soldados, que constituyen la columna vertebral del ejército, y de mis oficiales. Pero tengo presentes sobre todo a mis soldados que cumplían el servicio militar. Habíamos hecho mucha instrucción en el continente en el combate nocturno que fue el ochenta por ciento de la batalla en Malvinas. Estos soldados míos eran todos litoraleños: la gran mayoría correntinos, los restantes formoseños, chaqueños y misioneros. Estos soldados hicieron mucho más de lo que se les pidió. En total inferioridad dispararon hasta el mediodía del 14 de junio. Nunca me voy a olvidar del esfuerzo de ellos. Los fuerte sapucay a la noche de cientos de estos muchachos en la oscuridad de la batalla. Esas voces juveniles mientras respondían la superioridad de un fuego muy nutrido. Lo que le transmito me lo voy a llevar a la tumba".
Balza: "Pensaba que, completamente superados, íbamos a combatir hasta el final"
Por Hernán Lascano
Martín Balza era en ese invierno de 1982 un teniente coronel a cargo de una unidad de algo más de 300 hombres en los alrededores de Puerto Argentino. Todavía no había saltado a la popularidad que le granjearían, ya en los 90, dos episodios históricos destacados: el aplastamiento del levantamiento militar de 1990 y como jefe del Ejército Argentino la autocrítica por los crímenes de la última dictadura en 1995. Estos temas quedan para una segunda parte de esta nota. Ahora la charla con este hombre de 89 años pasan por lo que fue ese conflicto.
La guerra, dice Balza, no empezó el 2 de abril. Ese día hubo una acción pequeña ante un grupo de infantes de marina ingleses que las tropas argentinas tras el desembarco sacaron del lugar. "La guerra empezó el 1º de mayo a las 04.42. Me acuerdo muy bien porque miré mi reloj cuando atacaron el aeropuerto. Escuché los bombazos que arrancaron el combate".
—¿Cuál es su memoria más importante de la guerra?
—Durante 41 años repito lo mismo. Mi recuerdo más fuerte no es del 2 de abril sino del 14 de junio. Me atengo a mi vivencia en la batalla final de Puerto Argentino que empezó con ataques progresivos desde el 8 de junio. Fueron casi siete días de combate. El 13 de junio era mi cumpleaños. La preocupación en Buenos Aires era que Argentina había perdido 1 a 0 con Bélgica en el Mundial de España. Lo que en ese momento pensaba era que nosotros, seguros de la derrota, completamente superados, íbamos a combatir hasta el final. Hablo por mi unidad pero también por muchas otras. Combatimos la última noche, que cumplía 48 años, hasta las 11 de la mañana del día siguiente, cuando se dio la orden de alto el fuego. Debo reconocer como profesional que los británicos, dignos adversarios, no ahorraron esfuerzos en conseguir la victoria, pero vinieron con respeto a nuestras posiciones de fuego. Eran cuatro soldados galeses. Las primeras felicitaciones a mis soldados litoraleños vinieron de estos británicos a los que combatimos y que nos felicitaron por las pérdidas que habían sufrido ellos por el fuego de artillería. Fueron dignos soldados. Ambos bandos respetamos la Convención de Ginebra.
—Es recordada una frase o concepto suyo, sobre que esta guerra fue un fiasco político y una epopeya humana. Explique eso.
—Como profesional estudié las principales guerras de la Humanidad. En especial la Segunda Guerra Mundial. Pero estuve presente en algunas importantes. Vi acciones del conflicto del Canal de Suez en 1970 entre Israel y Egipto como observador de la ONU. En algunas oportunidades sufrimos ataques involuntarios de la fuerza aérea egipcia por nuestra cercanía a posiciones israelíes. Pero pude ver ataques aéreos sobre las posiciones de ambas fuerzas. Ya como jefe del Ejército vi ataques aéreos muy intensos también durante la guerra de los Balcanes. Ya sabía por haber estudiado y por haberlo observado que para combatir en una zona insular hay que tener dominio del mar y del aire. En Malvinas esas dos cosas eran totalmente británicas. Nuestra Armada combatió muy bien con un batallón de Marina 5 de cuya profesionalidad y eficiencia puedo dar fe porque tuvo tuvo la mejor actuación en las islas. Y actuó muy bien con la aviación naval. Pero el dominio del mar se lo cedimos a los británicos. Nuestra flota de superficie por decisión de (el jefe de la Armada, Jorge Isaac) Anaya se borró del combate. Y el dominio del aire era de ellos porque tenían sus dos portaviones y nuestros pilotos tenían que hacer 500 kilómetros desde el continente para encontrar los blancos. Eran 40 minutos de vuelo donde los buques cambiaban de posición. La Fuerza Aérea cumplió una actuación brillante pero no podía hacer más que lo que hizo. No había forma de imponerse. La Junta Militar jugó con un sentimiento argentino. Esta fue una causa justa en manos bastardas. El objetivo era recuperar Malvinas y prolongar la dictadura.
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—El año pasado, a 40 años del conflicto, Cancillería publicó un libro donde varios expertos militares europeos indicaban que en el plano bélico la historia pudo ser otra si las fuerzas argentinas hundían los buques que trasladaban suministros y al Canberra que transportaba tropas. También señalan que los británicos estuvieron cerca de ser derrotados en Pradera del Ganso ¿Qué piensa usted?
—Mi opinión es totalmente diferente. No sé si esos especialistas tendrán algún ejemplo de que sin dominio del mar y del aire pueda ganarse una guerra en una zona insular. ¿Alguien puede pensar además que EEUU iba a permitir que un país de segundo orden, periférico en el mundo y desprestigiado en el plano de los derechos humanos obtuviera un triunfo ante un país de la Otan? Había tres miembros plenos de la Otan implicados en la guerra: Reino Unido, Francia y EEUU. El Canberra no era un transatlántico paseando que venía sin protección. Y si lo hubieran hundido habrían mandado cuatro Canberra. EEUU dio apoyo sustancial a la flota británica para abastecerse de combustible en la isla Ascención sin el cual no llegaban a Malvinas. Los proveyó de misiles aire-aire Southwinder. Les suministró permanente información satelital. Y si hubieran sido un poco más adversas las acciones bélicas habría mandado más apoyo.
—Parece razonable lo que dice. Lo mismo sobre la idea de que se podría haber ganado en Pradera del Ganso. Es cierto que hubo momentos intensos de esa batalla.
—No comparto tampoco lo que dicen sobre el combate de Darwin/Pradera del Ganso. Fue una batalla importante, perdimos muchas vidas. Ahí estaba el Regimiento 12 de Mercedes al que por una irracional concepción estratégica durante la instrucción previa al combate pasearon por toda la Patagonia y estaba muy disminuido ese regimiento. Fue un combate totalmente desventajoso. Hubo una defensa muy tenaz pero hizo lo que pudo.
—Esa batalla trajo una disyuntiva de ética militar que le costó un juicio al teniente coronel Italo Piaggi. Lo acusaron de sustraerse al combate. El dijo que no quería subirse a una pila de cadáveres para cumplir una orden que no tenía ninguna chance de prosperar. Dijo que no le entregaron los medios no ya para ganar, sino para defenderse. ¿Qué piensa usted?
—Fueron atinadas las palabras de Piaggi. No estuve en Darwin pero estaba en contacto por radio con ellos. No podían hacer nada. Ese regimiento no tenía artillería, hubo que mandarles dos cañones para tener por lo menos un apoyo mínimo. No tenía apoyo de fuego y los británicos en Darwin contaban con superioridad en tierra con sostén de fuego aéreo y naval. Nada de eso tenía el Regimiento 12. Por eso comparto la posición de Piaggi. Retirarse fue un acto responsable. Cuando volvió, Galtieri, el responsable máximo de todo, lo relevó porque se había rendido. Cuando en realidad toda la estrategia de la junta y de los altos mandos fue un completo desastre. Sin embargo solo el nivel táctico permitió que la guerra durara 44 días. El combate de Darwin fue muy simbólico, nuestras tropas combatieron bien, pero hicieron lo que pudieron en inferioridad absoluta. ¿Con qué iban a resistir?
—¿Y usted cómo vivió en lo personal la situación de combate?
—Mi unidad eran algo más de 300 hombres, yo tenía posiciones de fuego al sur y al oeste de Puerto Argentino. Tenía tres baterías, con obuses de 105 milímetros, con alcance de diez kilómetros. Y tenía dos piezas de artillería pesada con alcance de 20 kilómetros. Como todo fue improvisado solo me llegaron dos piezas. Pero como le dije no me olvido nunca de mis hombres del Grupo de Artillería 3. Hicieron mucho más de lo que se les pidió.
—¿Cómo vive estas fechas?
—Tiene que ser una conmemoración y no una celebración. No hay nada que celebrar. Pero sí reconocer el esfuerzo de hombres que pelearon por un sentimiento al margen de las torpes decisiones de una lamentable y desprestigiada junta militar por las violaciones a los derechos humanos. Al margen de eso un pequeño puñado de hombres pelearon. No llegaba al diez por ciento de efectivos del Ejército el que estuvo en Malvinas. La mayor parte estuvo en el continente. Les pido a todos los veteranos sin distinción de jerarquías que recemos una oración por nuestros caídos. Los que están en el Cementerio de Darwin y los que están en la heladas aguas del Atlántico Sur. Y que nos acordemos también de los soldados británicos. Ellos no pelearon por la señora Thatcher: pelearon porque eran soldados. Y fueron dignos adversarios, respetaron los usos de la guerra. Estuve en todos estos años con casi 500 oficiales británicos. Recogí de ellos de que en la guerra hay que respetar al adversario. Yo estuve un mes prisionero de guerra. La comida era escasa para todos. Pero no me torturaron y me respetaron en mi dignidad. En la guerra no vale todo. Vale todo para los asesinos que van a la guerra, pero no para los soldados. Creo que toda guerra es una desgracia para cualquiera de los adversarios. ¿Quién puede reemplazar la vida de los soldados? ¿Quién puede reemplazar la presencia de los seres perdidos? Me quedó grabada una frase de Gandhi que no voy a decir bien: No hay caminos para la paz, la paz es el camino.