La semana pasada visitó la ciudad de Santa Fe el periodista y analista internacional, Pedro Brieger, para hablar del conflicto bélico por la invasión de Rusia a Ucrania. El encuentro, que organizó el diputado Leandro Busatto, se realizó en la sede de Festram. Antes, en una ronda con periodistas, de la que participó UNO Santa Fe, Brieger también abordó el proceso electoral que vivirá en semanas el Brasil y su impacto en la Argentina.
Brieger: "Lula y Cristina pensaban que se iban a quedar mucho tiempo más"

Por Hipólito Ruiz

—¿Qué importancia tiene para la Argentina el proceso electoral que está por vivir Brasil?
—Mucha. Brasil es la mayor potencia regional, nos guste o no. Es el único país que prácticamente tiene frontera con todos los países de Sudamérica (solo no limita con Ecuador y Chile). La dimensión, la capacidad económica, industrial, política. Siguen teniendo la barrera idiomática, pero cuando hace 40 años se escribía sobre el subimperialismo brasileño eso sigue siendo así. Cuando se comienza a impulsar la Unasur, la primera reunión de presidentes que se hace en Brasil, en el año 2000, convocada por Fernando Henrique Cardoso. No es casual. Es un intelectual con visión estratégica, más allá de que políticamente haya abandonado gran parte de sus teorías. Pero con esa convocatoria de Brasil, el temor de otros países como la Argentina era que su objetivo era llegar al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Ser el sexto grande. Ellos se consideran el sexto grande, y no están lejos. Hoy parte de la campaña de Lula se basa en mostrar la decadencia del Brasil de hoy en el contexto internacional y mostrar lo que era cuando él era presidente. No muchos quieren sacarse una foto con Bolsonaro, eso es real y todo el mundo se quería sacar una foto con Lula. Obama (Barack, expresidente de Estados Unidos), una vez que se reunieron dijo que estaba con el presidente más popular del planeta. Después se olvidó de todo lo que dijo cuando lo metieron preso a Lula.
"Lo que pasa en Brasil es muy importante para la región a pesar de esta limitación idiomática, de historia, cultural. Brasil es Brasil y un triunfo de Lula le daría mucho aire a la corriente progresista, popular, nacional de América Latina. Mientras que un triunfo de Bolsonaro le daría aire a los sectores más reaccionarios de derecha. Milei apostaba al triunfo de (José Antonio) Kats en Chile, le fue mal; apostaba al triunfo de (Rodolfo) Hernández en Colombia y le fue mal. Por lo tanto un triunfo de Bolsonaro sería importante, aunque no sé cuánto influye eso en un proceso electoral. Pero dificulta todo. Hoy, por más que Daniel Scioli hace malabares, Bolsonaro dificulta todo. Con Lula había sintonía, aunque tampoco se avanzó en algunas cosas como que el Banco del Sur nunca nació y acá se decía que era culpa de los brasileños y allá de que era culpa de los argentinos. Lo concreto es que el Banco del Sur no nació y el Brasil de Lula le dio 10.000 millones de dólares al FMI en lugar de dárselo al Banco del Sur, que era una apuesta estratégica de Hugo Chávez en su momento", detalló el analista.
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—¿Usted dice que hubo mucho de declamación entre los gobiernos de Cristina Fernández y Lula pero pocos hechos?
—Creo que hubo muchos hechos. Pero se podría haber hecho más, y es fácil decirlo desde afuera; creo que algunas cosas no se hicieron porque no pensaban en los reveses y que pensaban que se iban a quedar mucho tiempo más del que se quedaron. En Brasil no vieron venir la jugada contra Dilma y los agarró desprevenidos porque el tema del lawfare recién estaba empezando y no dimensionaron cómo los grandes medios de la derecha podían montarse sobre reclamos populares. Ese un tema complicado. ¿Qué pasa cuando un reclamo popular genuino lo toma la gente de derecha aprovechando tu inacción? En 2013, puedo estar equivocado con la fecha, hubo un paro de transporte importante en San Pablo. En ese momento el reclamo era legítimo contra el aumento del transporte público, pero en el gobierno de Dilma lo entendieron como que era algo contra ellos, y en algún punto lo era. Yo pensé que Dilma iba a ponerse al frente del reclamo y desviar el eje hacia las empresas. A veces pienso que eso mismo no está sucediendo acá. La CGT marchó a Plaza de Mayo y eso es un reclamo contra el gobierno, no contra los formadores de precios. Si no querés que te aumenten andá a las puertas de las grandes empresas y que la gente entienda dónde están los responsables. El problema está cuando hay reclamos legítimos y los sectores de derecha fueron muy inteligentes para montarse sobre reclamos legítimos y minar gobiernos populares.
—¿Si uno tuviera que pintar el mapa del mundo, qué colores tendría hoy?
—Creo que es un mundo que no se puede pintar de la misma manera que se pintaba hace 40 años. Ese mundo era muy claro, porque estabas con la Unión Soviética o estabas con Estados Unidos y los no alineados flotando, tratando de hacer algo. Hoy yo pintaría de un color a Estados Unidos y la Unión Europea; de otro color pintaría a Rusia, de otro color a China. El Brics (Brasil, Rusia, China y Sudáfrica), para mí es una expresión de deseos muy interesante, pero que no existe. Me cuesta meter a la India en ese mapa de colores porque juega a dos puntas, porque además tiene el problema de Pakistán.
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—¿Rusia y China tienen colores diferentes?
—Sí, claro. Yo pintaría de rojo a Rusia y de azul a China. Pero en el medio trazaría con rayitas de los dos colores hacia ambos lados, metiéndole algo de azul a Rusia y algo de rojo a China para que se sepa que están ahí. Pero, además, ese es uno de los objetivos de Estados Unidos cuando presiona a China respecto de Ucrania. Estados Unidos quiere romper ese eje, que no es tan sólido como el que tuvieron la Unión Soviética y la República Popular China hasta fines de la década del 50 o principios de los 60. Después me pregunto cómo pintar al África, que tiene 55 países. Estados Unidos intenta penetrar ahí; China lo hizo muy fuertemente con grandes inversiones y hay una disputa de Francia y el Reino Unido por algunas regiones. En el mismo color de Estados Unidos y la Unión Europea pondría a Australia y a Nueva Zelanda. Un color un poco más tenue para Japón. Después hay países muy importantes como Vietnam, Indonesia.
—¿Y Sudamérica?
—Está en disputa. Siguiendo con el rojo de Estados Unidos, yo diría que hay algunos rosaditos, que a veces oscilan, como Brasil que hoy es rosadito y antes era de otro color. Mientras que a los gobiernos progresistas les daría otro color, ni el de Rusia, ni el de China. Hoy hay un mundo más fragmentado, que es lo que Rusia está planteando, un mundo multipolar y obviamente Estados Unidos no lo quiere. Yo siempre cito a Mao Tse Tung que cuando le preguntaron cuánto tiempo más iba a gobernar la burguesía y el dijo "unos 10.000 años, no mucho más que eso". Los chinos piensan de esa manera y es importante saberlo para ver cómo se manejan, cómo analizan la situación de Taiwán. Ellos no miran a Estados Unidos como lo hacemos nosotros. No digo que lo miren con desprecio, pero en lenguaje barrial se diría, "¿quiénes son, un país de 200 años? Nosotros somos una cultura milenaria de más de 5.000 años".
El conflicto de Rusia y Ucrania
"Hoy no veo perspectiva de paz. Si hay negociaciones se están haciendo de forma subterránea y obviamente, las desconozco. A veces eso sucede y nos enteramos de repente, pero no parece ser este el caso. Por lo que leo de analistas militares occidentales, especialmente de Estados Unidos, creen que le pueden ganar a Rusia, pero no me queda claro cómo lo harán. Tampoco me queda claro qué es lo que quiere Rusia, que es lo que me permitiría comprender cuál es la estrategia rusa. Ellos fueron cambiando varias veces su discurso. Sí puede ser más claro lo que quieren los ucranianos, que es echar a los rusos, pero todavía no lo lograron. Mientras que quienes en Rusia se oponen a la guerra, que son personas más de izquierda y que se oponen a Putin; que dicen que la guerra es un desastre para Rusia, creo que lo dicen como una postura política más que como una cuestión concreta. Es muy difícil saber cómo sigue esto", dijo Brieger.
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—¿Qué puede pasar en un escenario donde el conflicto se extienda en el tiempo?
—Es que ya se extiende porque van casi seis meses. Lo que va a pasar es que va a salir de los medios, de hecho ya no tiene el mismo impacto. Los medios de comunicación salieron corriendo hacia Ucrania cuando Rusia invadió y después se fueron, como suele suceder. Es algo similar a lo que se ve en los territorios palestinos que Israel ocupa hace 55 años. Todos los días Israel entra, secuestra y mata a alguien y eso ya no es noticia. Ni hablar de regiones del África que, entre comillas, ya ni existen.
—¿Cómo analiza la política exterior de la Argentina en este conflicto?
—Creo que nos falta esa capacidad de análisis y de estudio con visión estratégica. Lo que dijo Alberto Fernández en Rusia, antes de la invasión, demuestra que quedó en off side. Lo dijo porque se fue de boca, porque no supo evaluar, porque no estuvo bien asesorado. Está claro que no tiene por qué conocer todos los conflictos y nadie le pide al Presidente que pueda manejar la estrategia internacional, hay pocas personas que tienen esa capacidad, pero algo falló y no se estaba viendo. Cuando en Estados Unidos decían que Rusia iba a invadir, daba la sensación que era para agigantar el riesgo, que es un clásico, y sumar a Ucrania a la Otán y sumar más apoyo para Ucrania. En Rusia también había gente que decía que no se iba a invadir, pero se invadió. Ahí hay una diferencia con lo que pasa con China y Taiwán o la Argentina con Malvinas, que es un territorio nuestro. Cuando uno invade lo hace sobre un territorio que no es propio, o que parte de la biblioteca de la legalidad internacional dice que no es propio.El caso de China y Taiwán es aún más complicado porque Taiwán se maneja como un país independiente, pero no lo es. No tiene el estatus legal de país. Pero es una isla que está gobernada por varios partidos políticos diferentes al que gobierna en China. Lo que no me cabe dudas es que China está como el factor más determinante. En la pandemia ya se vio que China ya hay sectores donde no copia la tecnología, sino que tiene desarrollo tecnológico propio y las vacunas son la prueba más clara de eso. Por eso creo que el objetivo de Estados Unidos a largo plazo es China, no Rusia.