A la escuela de peluquería de Michelle Hacha se llega, desde el sur hacia el norte de la ciudad, por avenida Blas Parera hasta la calle de tierra Silva Genaro donde se debe doblar hacia el este y seguir unas cinco cuadras. Frente a un descampado en el corazón de Cabaña Leiva se sostiene, en un pequeño salón, los sueños de adolescentes y madres de todas las edades que buscan tener una salida laboral. Para lograrlo dependen de la generosidad de una mujer trans.
Michelle da cursos gratuitos de peluquería en Cabaña Leiva y necesita herramientas para sus estudiantes
Por Bárbara Favant
Da clases de martes a viernes en diferentes grupos donde enseña, de manera gratuita, un curso básico de peluquería. “Con esta profesión podés trabajar en cualquier parte del mundo. Te podés ganar el pan”, dice Michelle a UNO Santa Fe sobre su trabajo, en plena clase, mientras unas alumnas hacen juntas un brushing, otros dos recortan los cabellos laterales de un voluntario y de fondo suena un disco entero de Valeria Lynch.
Michelle lleva la peluquería en la piel. Entre varios tatuajes que coleccionó en sus 43 años, tiene en su mano derecha impresas las herramientas con las que conquistó su independencia económica. Un peine y una tijera. “Cuando trabajás para otros la plata tiene otro color”, cuenta si se le pregunta qué le gusta de su profesión.
Su salón tiene las paredes amarillas y rosadas de las que se cuelgan y descuelgan varios espejos durante la mañana y la noche. Tiene cerca de 30 estudiantes, de los cuales la mayoría son mujeres madres. El alumno más chico es Uriel, de 14, que asiste a las clases junto a su mamá antes de ir a la escuela.
Casi la misma edad que tenía Michelle cuando hizo su primer taller para aprender peluquería. En esos tiempos, a mediados de los 90, vendía cosas en la calle y en los colectivos para subsistir. Pasaba horas en el centro de día hogar Juan Diego donde comía y se podía bañar. “Empezaron a hacer talleres como de carpintería, panificación, y la gestión de gobierno de ese momento hizo un convenio con la asociación para becas. Fue la primera vez que me recibí, a los 15 años, tuve mi primer título de peluquera”, describe con orgullo sobre sus inicios.
Michelle siempre se la rebuscó con diferentes trabajos para salir adelante, en un contexto donde durante muchos años hubo persecución policial y hasta gubernamental a la comunidad LGTB+. Hoy también es manicura, hace pestañas, es ayudante de chef, repostera, arma souvenirs y tuvo un local de ropa. “Tuve muchas experiencias laborales. Ser independiente es lo que mejor me pudo haber pasado. Obviamente trabajé para otras peluquerías, pero no se compara con agarrar mi dinero y decir bueno, tengo 200 y me voy a gastar los 200 porque me los gané y son míos”, cuenta y agrega que trabajó algunos años como peluquera en Brasil, Bolivia y Uruguay. Por las dificultades de la vida, no pudo terminar la escuela secundaria cuando era adolescente. Pero hoy escribe un nuevo capítulo.
Al ser consultada sobre sus primeros años como peluquera, recuerda: "Fueron lindos y fueron difíciles también. Ahora estoy en una etapa de mi vida, por así decir adultez, vejez, donde te replanteas muchas cosas. En el buen sentido, porque la vida también me cruzó con gente muy buena. Sabemos que en la calle en su momento, más allá que hoy se ve más, siempre estuvo la droga, el alcohol, la prostitución. Hoy es a lo mejor un poco más visible porque también hay un poco más de libertad, pero siempre estuvo. Y ahí es donde por ahí pienso que soy una bendecida porque me crucé con gente y nunca llegué a situaciones muy complicadas, o haber terminado como gente que he conocido presa o muerta".
En medio de las clases gratuitas que da, se va a cursar a la escuela secundaria para transexuales, travestis y disidencias que inició este año el gobierno provincial. Cursa de lunes a viernes de 18 a 21 en El Alero del barrio Coronel Dorrego. “La peluquería como todo tiene sus pros y sus contras que si no sabés sobre estructura capilar, manipulación de químicos, tiene que ver con muchas cosas. Yo no tuve la oportunidad de joven de hacer la secundaria y hoy la estoy haciendo por una cuestión también de entender un poco más sobre química. Más allá que sé, pero para empaparme más con otras cosas”, sostuvo Michelle. Sus materias preferidas son historia y matemáticas. En inglés la ayuda una de sus estudiantes.
Y agregó: “Nunca es tarde. Empecé en marzo, estoy haciendo primero, me va a llevar tres años. Ya me puse una meta, que cueste lo cueste es terminar mi secundaria. Porque más allá de tener esta profesión, sigue siendo considerada un servicio. Y es algo más que te puede permitir conseguir un laburo, aunque ahora está redifícil todo. Pero teniendo una profesión, una tijera y un peine, salís aunque sea para comprarte el pan. Te sirve”.
Michelle fue una de las primeras en la provincia en obtener el DNI con su identidad de género. Sobre su activismo como mujer trans, relata que empezó a militar de joven junto a la histórica referente santafesina de la Asociación de Travestis Transexuales y Transgéneros de Argentina (ATTTA), Marina Quinteros quien falleció el año pasado, en barrio San Agustín de donde es oriunda. “La conocí en mi barrio cuando era muy chica. Después conocí también a Alejandra Ironici, Jazmín Ramos. A muchas compañeras que hoy militan y están trabajando para distintas organizaciones”, describe sobre sus inicios militantes aunque hoy se declara independiente.
“No me aferro a ninguna bandera política ni a ninguna organización. Con Marina por un tiempo fui conociendo el mundo. Más allá de que soy una chica trans, siempre fui muy ermitaña, muy reservada, siempre fui más que nada aislada. Después sí ya empecé a conocer, y a militar en ATTTA. Ahí vas conociendo otras cosas del colectivo. Por ejemplo antes yo no sabía que existían los chicos trans, entonces vas conociendo un montón. Que en el colectivo la diversidad de género tiene un montón de personas diferentes, que se perciben de tal manera. Es como que vas entrando en un mundo mágico”, relata.
Tanto sobre su educación como en su trabajo, Michelle tiene una crítica sobre lo fundamental para poder salir adelante: “Tratás de darles la capacitación para que tengan una salida laboral, pero muchas veces cuesta comprar las herramientas para poder hacer ese trabajo. Lo he planteado también en los talleres que di ya sea en la Municipalidad como en la casita LGTB+ hace unos años. Tengo compañeras que les ha pasado que tenés la capacitación, pero si no le das las herramientas es muy difícil”.
Durante los últimos 28 años Michelle logró comprar sus secadores, planchitas, rizadores, tijeras, peines, cortadores, insumos e incluso su casa donde tiene el salón. Todo lo pone a disposición de sus estudiantes. “Me encantaría que cuando terminen poder decirles «bueno aunque sea tomá, tené una tijera como para incentivarlos. O un secador, algo. Pero sabemos que las herramientas por ahí son muy caras. Igualmente los chicos acá lo único que tienen que traer cuando vienen es un cuaderno y su toalla. Las herramientas corren por mi cuenta”, dice.
“Están buenas las iniciativas, pero si vos a la gente tampoco le das la herramientas como para que puedan salir a laburar es como que. Podés tener la mejor voluntad del mundo, pero bueno, a veces es imposible”, sostiene.
A fines de octubre se recibirán sus estudiantes de este semestre. A su iniciativa se sumó su colega Leandro Medina que va a enseñar los miércoles, para reforzar contenidos. A Michelle le gustaría que más peluqueros y peluqueras de la ciudad se sumen a la escuela. “Algunos tienen una postura de decir «yo pagué para aprender, entonces quiero que me paguen por enseñar», a veces con esa soberbia creo que no se llega a ningún lado. Uno puede hacer muchas cosas buenas y más cuando tenés una profesión. Cómo enseñar para capacitar y que algunas personas puedan tener una salida laboral. Hoy el único que se prendió fue Lea, que enseña lo que más le gusta una vez por semana”, cuenta.
Sobre estudiantes que se recibieron años anteriores, Michelle relata: “Siempre todos los cursos que di en la zona norte y en la casita LGTB+ fueron gratuitos. Y hay gente que ha venido que hoy ya tiene su localcito en su casa o pudieron tener su peluquería, en un local mejor que el mío incluso o en otro lugar más céntrico y me reencanta porque quiere decir que les sirvió, que les sirve y que les va a seguir sirviendo. Lo que siempre digo es que vos podés tener una peluquería acá, y puede haber otra en la otra cuadra y podés trabajar igualmente. Porque la gente te elige”.
En relación a los estudios, cuenta que tiene títulos de cursos y talleres “como para empapelar toda la peluquería” y quiere seguir creciendo. “Tengo por ejemplo uno de tricología sobre la estructura capilar que está avalado por la Universidad de Buenos Aires que fueron horas cátedras. Te ayuda a decir tengo estos certificados que hice, estoy capacitada para ciertas cosas. Hice también cursos con peluqueros muy conocidos como Cano, Bruno Salas, que te dan el certificado”.
“Estoy recontenta con la secundaria que estoy estudiando, así que voy a ser una de las pioneras de la escuela para chicas del colectivo LGTB por así decirlo en Santa Fe. Después me acercaré a la escuela de peluquería de la Falucho para tener el título de peluquera con el aval del Ministerio de Educación de la provincia”, planifica.
Y concluye: “Hay muchas cosas que cambiar todavía. Es como que si me preguntaras «Michelle, ¿te sentiste discriminada?» y yo siempre digo que nunca me sentí discriminada. Sí me he cruzado con gente mal educada. Por falta de educación o por falta de aprendizaje o de conocimiento desestiman a las personas. Hay que educar, enseñarles como para que la gente se vaya adecuando y sobreeducando. Para que sepan que existe la diversidad de género, que no por autopercibirte trans, lesbiana, u otra identidad tengas ciertos trabajos como la prostitución, sino que podemos dedicarnos a la química, a la administración, o cualquier carrera. Falta mucho y hay que seguir peleándola”.