Pilo Monzón
Carlos Blaquier, el Ingenio Ledesma y el testimonio clave de un santafesino
Jefe de Redacción
La noche del 27 de julio de 1976 se cortó el suministro eléctrico en dos poblaciones del departamento Ledesma, en la provincia de Jujuy. Policías, gendarmes, militares y capataces del Ingenio Ledesma allanaron y saquearon viviendas en las localidades de Libertador San Martín y Calilegua. Camiones, camionetas y autos de la empresa trasladaron más de 400 trabajadores, estudiantes y profesionales a los galpones del ingenio azucarero, donde permanecerían durante días y meses atados y encapuchados.
En aquellos aciagos días de cautiverio recibieron la visita del obispo jujeño José Miguel Medina, quien los hostigaba, maldecía e incluso les pedía que brindasen nombres, acciones y todo dato que pudiese ayudar a los custodios de la patria. Tras varias jornadas de torturas e interrogatorios, algunos prisioneros fueron liberados, otros enviados a comisarías y cuarteles militares, y un tercer contingente fue destinado a las cárceles de La Plata y Rawson.
Por estos hechos, treinta personas permanecen desaparecidas. Uno de ellos es el médico Luis Arédez, intendente de Ledesma y esposo de Olga Márquez. Durante años, sola, muy sola; contra viento y marea, Olga marchó incansablemente alrededor de la plaza central de Libertador General San Martín pidiendo que se investigue a los responsables de la desaparición de quien fuera su marido, intendente y defensor de los derechos de los trabajadores zafreros.
Olga Arédez murió el 17 de marzo de 2005, víctima de los efectos del bagazo, la enfermedad que produce el esparcimiento por los aires de los desechos de la caña para la producción de papel hecho por la empresa Ledesma. Una de las cosas que Olga más insistentemente reclamó fue la comparencia en tribunales del poderosísimo dueño del Ingenio Ledesma, Carlos Pedro Blaquier.
Quizá no haya ningún otro acontecimiento que refleje con semejante contundencia la simbiosis entre el poder económico, complicidad de la jerarquía eclesiástica y la acción devastadora de la corporación militar.
Un testimonio santafesino
“Esto es histórico, por primera vez se reconoció la complicidad de la empresa Ledesma y de Carlos Blaquier en delitos de lesa humanidad”, dijo el fiscal Pablo Pelazzo sobre el procesamiento dictado a Carlos Pedro Blaquier por el juez federal Fernando Poviña, por delitos vinculados con el terrorismo de Estado en Jujuy el 15 de noviembre del año pasado. El magistrado lo imputó como cómplice primario en 26 casos de privación ilegítima de la libertad durante La Noche del Apagón y por el secuestro de Luis Ramón Arédez,entre otros. “La empresa Ledesma facilitó medios de transporte para el traslado de los detenidos”, dijo el fallo de Poviña.
La causa por la que Carlos Pedro Blaquier, el Señor de la Vida y la Muerte en Jujuy, las empresas del grupo, y sus más estrechos colaboradores fueron procesados contó con un testimonio santafesino.
Miguel Vadamar trabajó como médico pediatra en el hospital que el Ingenio Ledesma tenía en El Talar, una población próxima a Ledesma. Vadamar fue secuestrado, torturado, voló vendado y atado en un avión que lo llevó de Jujuy a La Plata y desde allí a Rawson. Sintió en carne propia y junto a quien por entonces era su esposa y sus dos hijos, los rigores de los centuriones del oprobio y el poder omnímodo de los Blaquier. Todo esto lo declaró en la Justicia.
Vadamar, quien hoy trabaja como auditor en la Caja Forense y APM (Agente de Propaganda Médica), recaló en el Ingenio Ledesma en agosto de 1978. “El Ingenio tenía tres hospitales, uno en Calilegua, otro en Libertador General San Martín y a mí me destinaron a El Talar. Un tiempo estuve solo y después llegaron mi mujer y mis hijos que tenían 4 y 5 años”.
—¿Que hacía allí ?
—De todo: pediatría, partos, aprendiendo de la gente rural jujeña, de los zafreros bolivianos. Era un pueblo de gente muy humilde y sencilla, Fue una experiencia muy linda, muy humana.
—¿Que lo conmovió de lo que vio?
—Vi la explotación más lacerante con mis ojos, de gente buena, sumisa, necesitada. Personas que morían por una picadura de una cascabel, o en un parto. Igual que en tiempos de la esclavitud, vivían en condiciones infrahumanas.
—Durante su formación académica, ¿dónde militó?
—Yo milité en la Universidad de Córdoba mientras estudiaba medicina, en el Frente Estudiantil del PRT (Partido Revolucionario de los Trabajadores). Y seguí en esa experiencia política desde el año 1969 hasta que se disolvió.
—¿Por qué lo detienen?
—Un día me pidieron desde el Ingenio Ledesma que saque la cédula jujeña y cuando voy a hacerlo me salta una orden de captura y me detienen. Después me enteré que fue por haber ido a visitar a un amigo mío que estaba preso en Coronda, a Lionel MacDonald. Lo hice junto a mi esposa. Tiempo después, Lionel muere combatiendo en los montes tucumanos, siendo uno de los jefes del ERP, situación que nos transformó en posibles sospechosos.
—¿Qué recuerda de ese día?
—La cara del comisario diciéndome: “Discúlpeme doctor, pero está detenido”. Con una mezcla de respeto y vergüenza porque a esa altura era el médico del pueblo. Pero aparecieron otros tipos, había autos de la empresa Ledesma y los Falcon y me vendaron y me pegaron muchísimo. Otro grupo fue para la casa en la que vivíamos y rompió todo. A mi mujer también se la llevaron detenida y gente amiga se hizo cargo de los chicos hasta que vinieron mi padre y un tío a hacerse cargo de ellos.
—¿Y qué pasó después?
—Me llevaron a un lugar que nunca supimos cuál era. Estimo que era la jefatura de Policía en San Salvador. Ahí había un teniente, que seguro es José Bulgheroni, que nos mataba a palos dos o tres veces por semana. Y en medio de toda esa situación tan terrible, sucede algo sorprendente que recuerdo perfectamente hasta hoy. Eran las tres de la mañana, yo estaba esposado y con vendas en los ojos, y una guardiacárcel me agarra y me lleva por un pasillo hasta el baño,y me pone frente a frente con otra persona detenida y castigada, era mi mujer, Diana. Esos dos minutos, fueron eternos. Nunca supe su nombre, pero se lo agradecería.
—¿Y después?
—Después nos trasladaron a La Plata en avión. Vendado y esposado. Y otra vez, nos pegaban a mansalva todo el trayecto. Yo me iba preparando para lo peor. Y de ahí a Rawson, un año entero. Después de dos años de detención, nos llevaron a La Plata y nos liberaron a los dos”.