Los ataques del martes 11 de septiembre de 2001 fueron el mayor atentado terrorista de la historia de Estados Unidos, donde derribaron las Torres Gemelas. Alrededor de 3.000 personas perdieron la vida, entre ellas cinco argentinos: Pedro Grehan, Sergio Villanueva, Gabriela Waisman, Mario Santoro y Guillermo Alejandro Chalcoff, que recién fue identificado en el año 2009.
A 20 años del mayor atentado terrorista de EE. UU.
Esa mañana, 19 militantes asociados al grupo terrorista islámico Al-Qaeda, originarios de Arabia Saudita en su mayoría, secuestraron cuatro aviones. El primero fue el vuelo 11 de American Airlines, un Boeing 767, comercial que viajaba desde Boston hasta Nueva York que golpeó la torre norte del World Trade Center en Nueva York a las 8.46 a.m. hora local. El segundo fue el vuelo 175 de United Airlines que también salió de Boston y estrelló la torre sur 17 minutos después.
El tercer avión secuestrado fue el 77 de American Airlines que salió del aeropuerto internacional de Dulles en Washington y estrelló el lado sudoeste del Pentágono, sede del Departamento de Defensa de Estados Unidos.
El cuarto, vuelo 93 de United Airlines, salió de Newark, New Jersey y se estrelló cerca de Shanksville, Pensilvania. Casi 3.000 personas murieron, incluidas 265 a bordo de los cuatro aviones.
La investigación posterior determinó que el ataque fue perpetrado por 19 miembros de la organización yihadista Al Qaeda. Osama bin Laden, líder de grupo terrorista y mentor de los atentados, fue abatido por un comando Navy SEAL el 2 de mayo de 2011 y los principales responsables del diseño y la planificación fueron capturados en 2003.
Los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, donde derribaron las Torres Gemelas, y murieron cerca de 3.000 personas, cambiaron la forma de viajar y la seguridad en los aeropuertos de todo el mundo.
Antes de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 viajar en avión en Estados Unidos y en el mundo era mucho más fácil. No se necesitaba identificación para pasar por seguridad en los aeropuertos, nadie se quitaba los zapatos, tampoco se separaban los objetos electrónicos y se podían llevar líquidos en el equipaje de mano.
La seguridad en las terminales aéreas estaba a cargo de contratistas privados con poco entrenamiento reclutado por las aerolíneas. No todo el equipaje de carga era revisado y las personas apenas pasaban por detectores de metales. Las familias acompañaban a los viajeros hasta la puerta de embarque y una vez en el avión, entrar a la cabina era común para que los niños y las familias se tomaran fotos con el piloto y la tripulación.
Todo esto cambió tras el 11-S y los pilotos tuvieron que encerrarse detrás de puertas blindadas con armas de fuego para defenderse de potenciales secuestradores de aviones como los que llevaron a cabo los ataques más letales en Estados Unidos.
"El hecho de que hayan orquestado el ataque con tres vuelos diferentes en tres lugares diferentes dejó en claro lo vulnerable que era Estados Unidos. Fue una verdadera bofetada. Nos recordó lo ingenuos que habíamos sido", dijo a CNN Sean O'Keefe, profesor de la Universidad de Syracuse y exdirectivo de Airbus.
Volar en Estados Unidos y en el mundo cambió para siempre y a partir del 14 de septiembre, cuando la aviación comercial reinició en Estados Unidos, se distribuyeron hombres de la guardia nacional en los aeropuertos y los viajeros tuvieron que esperar largas filas mientras se adoptaban las nuevas medidas y sistemas de seguridad.
“Buenas noches”, dijo esa trágica mañana un George Bush de rostro severo a una nación estadounidense atónita hace 20 años. “Hoy”, dijo, “nuestra forma de vida, nuestra propia libertad fue atacada”.