Nada se modificó en Colón, mas allá de dar vuelta la página del calendario, el equipo sigue jugando mal, acumula derrotas, genera preocupación y se hunde en los promedios. Pero además hay jugadores que sin dudas se los nota a desgano en el club. Y uno de ellos es Luis Miguel Rodríguez, quien luego de la final perdida en Paraguay no volvió a ser el mismo que supo brillar con la camiseta rojinegra.
Año nuevo, Colón viejo
El Pulga deambula la cancha y la sensación es que no está cómodo dentro de la cancha, de hecho durante el receso su nombre sonó en varios equipos, cuando en realidad nunca llegó una oferta concreta. Otro de los jugadores que también se nota que no está a gusto es el colombiano Wilson Morelo y su rendimiento así lo denota.
En consecuencia, con jugadores desmotivados y sin la concentración necesaria que requiere un presente como el que atraviesa Colón, se hace complicado imaginar un futuro venturoso. Por ello, Diego Osella quien asumió hace un mes, deberá hacer cirugía mayor para recomponer la situación.
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El entrenador tendrá que tomar decisiones importantes, que afecten a jugadores de trayectoria, ya que si eso no ocurre este presente se profundizará. Osella y su cuerpo técnico no tienen tiempo para demorar los cambios que se imponen. Este plantel ya se comió cuatro entrenadores (Domínguez, Fuertes, Comesaña y Lavallén) y por ese motivo está claro que los principales responsables son los jugadores, pero claro está no son los únicos. Hay también buena parte de la dirigencia que encabeza José Vignatti y también malas decisiones de los técnicos que pasaron.
Hoy en Colón da la sensación que está todo mal, desde lo deportivo hasta lo institucional. Presencia de la barra en un entrenamiento, como así también en el club pintando un escudo en el playón. La rebelión de los jugadores en la semana previa al partido con Central Córdoba. Sumado a la ausencia de Brian Fernández durante una semana.
Hechos anormales, que sin dudas son parte de un contexto de crisis y nerviosismo. La final perdida en Paraguay hizo denotar la bomba, que estaba desactivada producto de esa oportunidad histórica que tenía el plantel y la institución. Pero luego de no cumplirse el objetivo, todo voló por los aires y los efectos colaterales se hacen sentir.
Para afrontar este 2020 llegaron refuerzos importantes, pero habrá que ensamblarlos para darle una identidad al equipo y será tarea de Osella acertar en la elección de los futbolistas. Cuenta con un plantel extenso y de muchas variantes, en nombres, tiene mucho más que el año anterior. Y una muestra de ello es que ante Banfield ingresaron en el complemento Fernández, Viatri y Esparza.
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Y se quedaron en el banco Fritzler, Bianchi y Díaz. Pero además no estuvieron a disposición Bernardi y Aliendro. Mientras que el DT prescindió de Galván, Doffo (refuerzo), Escobar y Da Luz. Lo que habla a las claras, del recambio con el que cuenta Osella y allí su principal desafío será detectar quien está mejor para afrontar este momento crítico.
Materia prima sobra, pero se sabe que una cosa es tener un plantel con variantes y otra lograr consolidar un equipo, muchos nombres no se traducen en un equipo. Y eso pasa con este Colón, que cuenta con jugadores de trayectoria y jerarquía, pero que dista y mucho de convertirse en una formación confiable.
Pasaron casi tres meses de la final perdida y Colón se quedó detenido en el tiempo, esa derrota lo anestesió, no logra salir de ese letargo y los números así lo indican. Perdió cinco partidos seguidos y ganó uno solo, casi de milagro ante Estudiantes, lo que refleja la mano de nocaut que sufrió ante los ecuatorianos.
Pero más allá de ese mazazo, el tiempo apremia y Colón no puede seguir haciendo el duelo, tiene la obligación de dejar atrás aquel 9 de noviembre y meterse en la cabeza que debe pelear para mantener la categoría. Los objetivos cambiaron, los días de exitismo quedaron en el olvido y ahora es tiempo de sangre sudor y lágrimas, si así no lo entiende su futuro entrará en un cono de sombras.