Los Juegos Olímpicos de Río ya son parte del pasado, pero a medida que transcurre el tiempo son muchas las aristas que quedan por analizar. Al tratarse de su primera puesta en escena en Sudamérica, muchos de los atletas (además del público, fanatizado en muchos casos) se vieron impulsados por algo más que una ilusión de medalla, sino también por ese contexto que le da un sentido todavía más emotivo a competir: hacerlo casi como en casa. Eso más que nada lo vivieron los argentinos, quienes en cada una de las disciplinas sintieron el apoyo incondicional de la gente.
"No me lo voy a olvidar jamás"

Por Virginia Giaime

Los representantes santafesinos pueden dar fe de esto, ya que salieron a dar todo sabiendo la fuerza espiritual que llegaba desde las tribunas. Uno de ellos fue el palista Rubén Rézola que, a los 25 años, tuvo el privilegio de formar parte, por segunda vez, de la cita máxima del deporte.
Es verdad que estuvo lejos de lo que pretendía, ya que fue 7° en su serie preliminar, no pudiendo llegar a la final A (solo accedían los cuatro primeros), por lo que participó de la B, donde alcanzó la 8ª ubicación, concluyendo 16° en la general del K1 200 metros de canotaje. De todas maneras, le quedó la satisfacción por haber formado una vez más de la elite internacional, algo a los que pocos pueden acceder.
Tiempo de reflexión
En un mano a mano con Ovación, Rubén reconoció: "Ahora lo que queda es reponernos de la tremenda preparación e ir paso a paso como siempre, tratando de progresar cada año. Es importante de ahora en más ir madurando deportivamente, ya que aún quedan muchas cosas por aprender. Seguramente continúe en el K1 y entrenando duro para seguir mejorando algunas cosas de competencia".
Pero eso no fue todo, porque además dio detalles sobre cosas que pocos conocían, con su forma tan particular y distendida de ver las cosas.
—¿Seguís siendo igual de colgado que antes de ir a los Juegos?
—(Risas) Ahora soy más puntual que antes. Lo bueno es que el deporte te mejora.
—¿Ya con los pies sobre la tierra y más relajado después de tu participación en Río o no tanto?
—Todavía sigo atrapado en los Juegos, pero con el correr de los días fui volviendo a la rutina. Es verdad que ya pasó, pero el desgaste psicológico, físico y neuromuscular fue gigantesco. Es como que necesitaba este respiro, porque el cuerpo lo pide. Como será que llegué al martes siguiente del cierre de la competencia y dormí más de 12 horas; no entendía por qué, si en los últimos días no había corrido ni nada. Estaba muerto realmente. Pero después me di cuenta de que era producto de la acumulación y meses de autoexigencia. Por eso ya es tiempo de dar vuelta la página, relajar y apuntar al resto de las cosas que habrá por delante.
—¿Volviste a hacer un análisis más en frío sobre tu actuación?
—Todavía lo sigo analizando. No hay un porqué ni tampoco una excusa de no haber podido superar mi puesto de Londres 2012, pero también hay que decir que me faltaron cosas muy importantes. Los que me conocen, saben que soy una persona que, cuando se me indica algo, lo cumplo a rajatabla y por eso me gustan que, cuando yo indico, también lo hagan, porque sino las cosas no van. A mí me dijeron tres meses antes, en las Copas del Mundo, que tendría mi bote listo y preparado un mes previo a los Juegos Olímpicos, en una preparación en Ecuador para que pueda entrenar como corresponde. Me hicieron esa promesa y no la cumplieron. Fue como un cáncer -literalmente hablando, claro está- para mí, porque no me ayudó mentalmente eso, siendo incluso un tema ajeno a mí. Me sentí el último orejón del tarro en ese momento, ya que estaba representando al país con orgullo y al parecer la gente que tiene que representarnos a nosotros no se aferró a ese rol. Entonces me quedé con mucha bronca, pero así y todo me la aguanté, no dije nada y competí con todo mi ser. Por eso pienso que ya es momento de decirlo, porque nadie vino a disculparse ni nada.
—Encima el problema surgió en nuestro país y no afuera...
—Claro. Mi federación presentó las cosas a tiempo, pero la salida de mi bote hacia Ecuador se aprobó el jueves anterior a mi viaje, así que era imposible que me llegue a tiempo. Igual, cuando fue el momento de la competencia, lejos estuvo de preocuparme no tener la suficiente adaptación al bote, porque me rompí el alma tratando de hacer las cosas bien. Así que feliz y contento por competir y ver a mi familia y amigos alentándome bien de cerca.
—¿Te encontraste con un empuje positivo que no preveías?
—Fue bárbaro realmente, como que alguien me empujaba para ir todavía más para adelante. El apoyo de toda la gente fue desde ya increíble e inmenso. Esa se trató quizás de mi mayor alegría en los Juegos Olímpicos y que no me lo voy a olvidar jamás.
—¿Qué te dejó Río en todo su contexto?
—No se compara con nada vivido antes. Bien diferente a Londres 2012, pero ambos para ubicar en lo más alto de la consideración. Pulgar arriba a los dos. Aparte, recordemos que mi primera participación fue en dobles y en esta en forma particular. Por si fuera poco, no sabía lo que era tener hinchada como en Brasil y sin olvidar que en Inglaterra estaba hasta la manos con el inglés (risas). Así que orgulloso por todas estas cosas lindas que pasé.