Nació el viernes 25 de septiembre de 1942, en la casa paterna de Treinta y Tres Orientales 2189, Parque Patricios. Fue el sexto hijo (cuarto varón) de los nueve descendientes de Vicente Bonavena, un motorman de tranvía, y Dominga Grillo, lavandera y empleada doméstica. Comenzó a practicar boxeo en 1958, en Huracán, a las órdenes de los hermanos Juan y Bautista Rago, quienes lo acompañarían gran parte de su carrera. Al año siguiente debutó como amateur y se consagró campeón argentino pesado, corona que retuvo por cinco años. Además, logró dos cetros latinoamericanos (Montevideo 1961, y Buenos Aires 1962), y uno sudamericano (San Juan 1962).
Sus puños estuvieron a la altura de su lengua

En 1963 integró el equipo nacional en los Panamericanos de San Pablo, donde fue descalificado ante el estadounidense Lee Carr ya que, tras caer dos veces, preso de la impotencia, le mordió la tetilla derecha a su rival. De regreso en Buenos Aires, la FAB lo sancionó "por falta de honor y entereza deportiva" y, con el sueño de ir a los Juegos Olímpicos de Tokio 1964 hecho trizas, se fue en diciembre de 1963 a los Estados Unidos.
Debutó como profesional el 3 de enero de 1964 en Nueva York (le GKO 1 a Louis Hicks), e hilvanó ocho victorias por la vía rápida. Ese mismo año, nació el apodo de Ringo, que lo acompañaría hasta el fin de sus días, y que reemplazó al Titi con el que lo llamaban de chico. El 26 de febrero de 1965, en su 9ª pelea, perdió su invicto ante el veterano Zora Folley, quien le GPP 10 en Nueva York.
El 4 de septiembre de 1965, le GPP 12 al sanjuanino Gregorio Goyo Peralta el título argentino pesado (única corona profesional que logró), con récord de público -aún no igualado- en el Luna Park: hubo 25.236 espectadores (5.000 quedaron afuera), y se recaudaron 13.196.500 pesos, casi 55.000 dólares de la época.
Mientras repartía su tiempo entre el teatro de revistas y las publicidades televisivas, la grabación de un disco, la aparición en todos los medios (si era en Crónica, propiedad de Héctor Ricardo García, el padrino de su hijo Natalio Oscar, mejor) y, por último, el boxeo, escaló en el ranking mundial hasta llegar a disputar una eliminatoria (con otros siete púgiles) por el título pesado AMB. El 16 de septiembre de 1967, le GPP 12 en Frankfurt al local Karl Mildenberger pero, el 2 de diciembre del mismo año, fue eliminado por el estadounidense Jimmy Ellis, en Louisville.
El 10 de diciembre de 1968, en Filadelfia, combatió por única vez por una corona mundial: PPP 15 con Joe Frazier, cetro reconocido en los estados de Nueva York, Massachusetts, Illinois y Maine y, desde el 13 de marzo de 1969, Pennsylvania.
Su choque con Muhammad Ali
Fue el lunes 7 de diciembre de 1970, en el Madison Square Garden de Nueva York. No se disputó título alguno y Ringo, con un coraje reconocido hasta por el mismísimo Muhammad, lo tuvo sentido en el 9°. Pero Ali era muy superior: en el 15° y último round, lo derribó tres veces y, el árbitro Mark Conn, dijo basta a los 2'03" y decretó el nocaut técnico.
En el ocaso de su carrera, combatió ante rivales menores y, el 26 de febrero de 1976, le GPP 10 a Billy Joiner: fue su última pelea. Dos meses y 26 días más tarde, en la madrugada del sábado 22 de mayo (ese día, Víctor Emilio Galíndez le GKO 15 a Richie Kates, en Johannesburgo), lo asesinaron en la puerta del prostíbulo Mustang Ranch, en Reno, Nevada, propiedad del rufián Joe Conforte.
A 40 años de su absurda muerte, seguimos sin saber por qué. ¿Importa? Igual, felices 74 en el cielo, Oscar.
Fue un chico grande y de buen corazón
¿Podía una mole de más de 90 kilos, zurdo y con pies planos ser boxeador? Sí: Oscar Natalio Bonavena (58-9-1, 44 ko) lo demostró. Ringo jamás fue un dechado de virtudes técnicas sobre el ring, pero su orgullo, guapeza y, sobre todo, el poder demoledor de sus puños, lo colocan en un sitial de honor entre los mejores pesados de la historia del boxeo criollo.
En los Estados Unidos -país al que admiró, y en el que murió- aprendió muy bien el arte de la autopromoción y, a partir de ahí, se reinventó a sí mismo en forma permanente. Hábil declarante, tras cada derrota desempolvó el manual de excusas porque, siempre, la finalidad fue la misma: vender el producto llamado Ringo, al que trataron desde presidentes hasta la barra de Huracán, pasando por vedettes, miembros del jet set internacional y empresarios.
Imponía respeto con su 1,80 metro (era un centímetro más bajo que Carlos Monzón, quien era mediano y pesaba 20 kilos menos) pero, su voz aflautada y de pito, causaba gracia. No obstante, grabó el tema Pío Pío y vendió más de 40.000 placas.
Sus bravuconadas publicitarias (siempre les pidió perdón a sus rivales por las barbaridades que llegó a decir de ellos antes de las peleas) hacen que, a la hora del análisis intelectual, Oscar Bonavena sea, para muchos, un personaje poco menos que indescifrable.
Nada que ver. Fue un tipo común y corriente que, con su exposición constante (hoy le dirían mediático), desenmascaró la hipocresía de la sociedad que tantas veces lo aduló pero, muchas más, lo criticó. Recitaba aforismos ("Vencer sin peligro es triunfar sin gloria" fue su favorito), veneró a doña Dominga ("Mi vieja es Dios", repitió miles de veces), y ganó enormes fortunas para su época.
A los 33 pirulos, en la puerta de un burdel, una bala asesina le partió el pecho. Pero podrían haberle pegado en el talón, que lo hubieran matado igual. Porque, siempre, Ringo fue puro corazón.