El día en que su hijo menor cumplía 10 años, el doctor Santiago Paviotti debía evacuar el Hospital de Niños Orlando Alassia. A las 8.30 del 29 de abril, quien fuera director del nosocomio recibió un llamado en el que le decían: "No se preocupen, el agua no va a llegar".
Exdirector del hospital Alassia: "Subimos a la canoa a las 20.30 con el agua a dos metros"
Por Aquiles Noseda
El agua avanzaba minuto a minuto y la incertidumbre era cada vez mayor. Se pensó en armar una defensa. Bolsas de arena, acarreadas por cientos de santafesinos que se acercaron al lugar no fueron suficientes. El esfuerzo, la demostración de afecto y solidaridad no alcanzó para rescatar al edificio.
Paviotti recibió un segundo llamado, un par de horas después, cerca de las 10.30. Era la misma persona pero que esta vez le decía: "Mire, trate de evacuar el hospital porque va a llegar el agua". Paviotti cuenta a UNO Santa Fe que no se dejó "atropellar" por la situación. Convocó a su grupo de trabajo, se afinaron algunas cuestiones y comenzó la evacuación pasado el mediodía.
"Recuerdo que comencé a reunirme con las personas de confianza y de gravitación en el hospital para formar una mesa operativa y realizar un análisis de situación. Para eso el hospital ya estaba con agua", dijo Santiago Paviotti.
Unos pocos lograron salir en ambulancia pero la gran mayoría lo debió hacer en canoas, con su mamá o papá y con un enfermero o médico. Quien estuviera al frente del Hospital de Niños por casi tres décadas (hasta el 2011) recuerda que en menos de 100 días ya habían regresado al edificio, aunque admite: "Fue volver a un hospital parecido al que era antes".
El encargado de gestionar y diseñar el nuevo hospital Alassia en 1999, evacuarlo en 2003 y reinaugurarlo tres meses después, dialogó con UNO Santa Fe.
—¿Cómo recuerda ese día, semanas y meses posteriores?
—A mí se me borran rápido las imágenes, pero me acuerdo del momento en que subimos a la canoa a las 20.30, bien de noche y que pasamos por debajo de la arcada del hospital, con un metro y medio o dos de agua. Recordando a alguna película, fui el último. No porque quise, sino porque siempre había cosas que hacer; siempre junto a otras personas, por supuesto.
—¿Qué pasa por su cabeza durante esta fecha?
—Son recuerdos. Los depositamos y guardamos dentro de cada uno, donde sea, y lo cerramos con llave a todos esos recuerdos. Algunos no fueron muy buenos, como el momento en que nos dijeron: "No se preocupen, el agua no va a llegar". Me lo dijo una autoridad.
—¿Recuerda quién fue el que le dijo que no se iba a inundar?
—Años atrás alguien me dijo: "Usted se acuerda quién le habló". "No me acuerdo", le respondí. Y a esta altura si me acordara, no sé si lo diría, pero no me acuerdo. A las 8.30 fue la primera comunicación y a las 10.30 me dijeron: "Mire, trate de evacuar el hospital porque va a llegar el agua". A esa hora ya estábamos pisando agua adentro.
—¿Tiene presente el momento en el que tuvo que comunicar a los trabajadores, médicos y enfermeros, la decisión de evacuar?
—Siempre fui de no hacer las cosas atropelladamente. Me parece que lo más importante fue no salir a buscar pacientes y llevarlos corriendo. Recuerdo que comencé a reunirme con las personas de confianza y de gravitación en el hospital para formar una mesa operativa y realizar un análisis de situación. Para eso el hospital ya estaba con agua. Nos volvimos a reunir dos horas después. Al hospital había que evacuarlo, la prioridad era todo lo que estaba abajo, lo de arriba (primer piso) podía esperar. Compartimos las órdenes y por suerte salió como lo habíamos esperado. A los pacientes los trasladamos sin riesgo (al Cullen e Italiano) y todos llegaron en condiciones, a través de canoas. Los primeros se fueron en ambulancia.
—¿A qué hora pudieron sacar al último paciente?
—A las 20 se fue la última lancha o canoa con los últimos pacientes.
—¿Nunca entró en desesperación?
—No. No había posibilidad. Había que pensar primero en el paciente y después pensar en las otras cosas que eran valiosas, como el equipamiento por ejemplo. El Italiano y el Cullen nos prestaron sus lugares, cada uno hacía lo suyo, su trabajo.
—¿Tiene presente las personas defendiendo el hospital y levantando las bolsas de arena, para rescatar el edificio?
—Todo se hizo con el ímpetu de la gente. Nunca hubo nadie que coordinara ese trabajo. Hubo mucha gente ayudando. Hubo gente que hizo más de lo que tenía que hacer. Incluso personal del hospital que se puso el puesto al hombro y dijo: "vamos a hacer esto y esto".
—¿Cambiaría algo, alguna decisión tomada en ese momento?
—Uno hizo lo que creía que tenía que hacer. Evacuar el hospital primero, tratar de salvar lo que se podía salvar después y luego pensar en poner en condiciones el hospital para volver. Creo que las tres cosas, con algunas fallas, se hicieron. El Hospital de Niños está estructurado en forma distinta a los demás; a nosotros nos dieron la posibilidad de armar un hospital con cinco subdirecciones, que nosotros le pusimos direcciones asociadas. Entonces, nunca fue la decisión mía, sino también la de cinco personas. Era el trabajo de uno, no hice ni más ni menos que lo que tenía que hacer. Lo más importante fue el equipo de trabajo. Hicimos lo que pudimos. Hicimos lo que tuvimos que hacer, empezar a evacuar a la gente. Por suerte fue de acuerdo a lo previsto.
—Hubo una decisión inmediata de regresar al edificio en cuanto se pudiera.
—Creo que el gobierno nacional y provincial respondieron de la forma en que debían hacerlo. En dinero se nos dio casi todo lo que pedimos y pudimos recuperar una buena parte de los equipamientos. Lo que faltó o se arruinó nos lo devolvieron. Igualmente, siempre hay algo mejor que se podría haber hecho.
—¿Cómo fue volver?
—Fue volver a un hospital parecido al que era antes. El ministro de Salud nos pidió en 100 días volver al hospital. Creo que a los 95 o antes de los 100, ya estábamos trabajando. Ese día lo recuerdo (el de la reinauguración) estaba presente Obeid, no estuvo Reutemann. No fue el mismo hospital, había algunas cosas que quedaron. Se hizo todo lo que se pudo.
—Estuvo casi 30 años al frente del Hospital de Niños, primero en el Gutiérrez y luego en el Alassia hasta el 2011. ¿No volvió más al hospital?
—No lo pise más. Nunca volví... por cierto temor de que me haga vibrar algo. Obviamente, si tuviera que haber ido, hubiese ido, pero no hubo motivo para ir. Dejemos tranquilos a los que están trabajando, que seguramente lo hacen muy bien.