Lionel Messi no merece este final con la Selección. La producción de Argentina en el Mundial de Rusia fue un fiel reflejo del cúmulo de errores, desaciertos y guerra de egos de dirigentes que pusieron sus intereses personales por sobre los de la Asociación del Fútbol Argentino.
La refundación debe ser con Leo Messi
Es que con el proceso que se inició tras la final perdida en Brasil 2014 ante Alemania pasó de todo. El fallecimiento de Julio Grondona y la sucesión a cargo de Luis Segura, quien se encargó de nombrar a Gerardo Martino como entrenador en reemplazo del exitoso Alejandro Sabella (lo que hizo al frente de la Selección se valora cada vez más a la luz de lo realizado en Rusia).
El Tata fue quizás quien mejor hizo jugar a la Selección durante este período, aunque no pudo coronar su ciclo con un título tras perder la final de las copas América de Chile 2015 y Estados Unidos 2016. Con el desembarco de la Comisión Normalizadora se produjo el alejamiento del ex-DT de Colón, a quien los dirigentes le soltaron la mano al no cederle jugadores para los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016. Fue designado para tal función Julio Olarticoechea, al ser el único entrenador con contrato en AFA, en lo que significó otro auténtico mamarracho.
La Comisión Normalizadora, luego de obtener la negativa de varios entrenadores, se decidió por contratar a Edgardo Bauza, quien tiene una filosofía de juego diametralmente opuesta a la de Martino. Luego de que Segura y Marcelo Tinelli desistieran de la posibilidad de dirigir la AFA (tras un nefasto empate en 38 de 75 votantes), fue Claudio Tapia el designado para comandar los destinos del fútbol argentino.
Chiqui, en una de sus primeras decisiones, descartó a Bauza y fue a buscar a Jorge Sampaoli, quien se encontraba dirigiendo en ese momento a Sevilla y fue el DT verdugo de la Argentina en la Copa América de Chile 2015. Nuevamente se cambiaba el estilo de juego, ya que lo que pregonan uno y otro no se relaciona en nada.
Lo narrado se trata solamente de enumerar sintéticamente el cúmulo de nefastas decisiones que antecedieron el camino a Rusia 2018. Encima Sampaoli se encargó de hacer el resto con sus erróneas decisiones futbolística, ya que nunca encontró una línea de juego, hizo cambios radicales de un partido a otro, nunca pudo convencer a sus jugadores de su idea y fue generando más confusión en sus dirigidos. Su último gran desacierto fue esconder a Messi de falso nueve ante Francia, en una decisión que estaba condenada a fracasar aún antes de ponerse en escena.
La única esperanza que tenía la Selección de ganar una nueva copa del mundo se basaba en lo que pudiera hacer Leo Messi, quien otra vez puso el cuerpo y el alma en beneficio de la Selección y nuevamente fue el foco de todas las críticas. Significa una verdadera picardía que se haya dejado pasar la oportunidad de usufructuar al mejor jugador del mundo, y a una generación de jugadores que será mucho más valorada con el paso del tiempo.
Por eso el que viene se trata de un momento fundante, ya que se tocó fondo en todos los sentidos. Con Rusia se fue la última oportunidad que tenía la Selección de beneficiarse de un Messi determinante, aunque si Diego Maradona jugó un Mundial como el de Estados Unidos con 34 años y estaba en tan alto nivel -más allá del doping positivo que lo sacó de competencia-, entonces cómo no ilusionarse con que el rosarino con 35 años (va a tener esa edad en Qatar 2022) sea el eje de la reconstrucción futbolística, aunque desde otro lugar en el equipo. Sin la presión de que todas las esperanzas recaigan sobre sus espaldas quizás se pueda sacarle jugó a su mejor versión con la celeste y blanca.
El gran desafío ahora será convencer a Messi para que sea al capitán del nuevo proceso, en el que tiene que haber una gran renovación de nombres, ideas, estilo y ejecución de las mismas. Es hora de que los grandes responsables de dirigir al fútbol argentino den la cara, asuman sus errores, dejen de lado la egoísta política que ejercen con la camiseta de sus clubes puesta para que el fútbol argentino se ponga de pie de una vez por todas.