El 22 de marzo de 2020, Santa Fe confirmaba su primer caso de Covid-19: una noticia que marcó un antes y un después en la ciudad. Para el paciente, sin embargo, no solo se trató de enfrentar un virus desconocido, sino también de lidiar con el miedo, el estigma y las miserias humanas que surgieron en medio de la pandemia.
Amenazas, persecución y hasta deseos de muerte: a cinco años, el drama que atravesó la "paciente cero" de Covid en Santa Fe
María Florencia Orazi, el "caso cero", revive el drama que atravesó: desde el miedo al Covid y la desinformación, hasta las amenazas y el estigma que sufrió. Su historia refleja el impacto de la pandemia, las miserias humanas y la solidaridad.

María Florencia Orazi, una joven que había regresado de vacaciones en Brasil, se convirtió en el "caso cero" y en el rostro de una pandemia que apenas comenzaba a mostrar su impacto en Argentina.
A cinco años de aquel momento, Orazi recuerda con detalle los días que vivió entre la incertidumbre, el miedo y la solidaridad, pero también las amenazas y el estigma que sufrió por ser la primera persona diagnosticada con el virus en esta capital.
El diagnóstico que lo cambió todo
"Me hisoparon el lunes 16 de marzo de 2020. Los estudios en ese momento demoraban un montón porque iban al Malbrán, no eran inmediatos. Recién el sábado 21 de marzo me enteré, por una llamada del Ministerio de Salud, que era el caso cero", relata Orazi en declaraciones al programa "De10", que se emite por "LT10".
"Tenía síntomas, pero los asocié a una descompostura o insolación por el viaje. Llamé al 0-800, pero en ese momento minimizaron la situación. Al día siguiente, Brasil fue declarado país de riesgo y me realizaron el hisopado", explicó.
A pesar de haber seguido al pie de la letra las indicaciones de aislamiento y prevención, Orazi no pudo evitar convertirse en el centro de atención mediática y social.
"No me sentí culpable porque hice las cosas como se tenían que hacer. Estuve encerrada en mi casa, sin contacto con mi familia ni con nadie, durante un mes y medio", asegura.
El miedo a lo desconocido y la desinformación
El diagnóstico llegó en un momento de incertidumbre global. "Había miedo a lo desconocido y a la desinformación. No sabías qué información era cierta y qué no. Cuando me llamaron para decirme que era el caso cero, mi familia se despidió de mí. En ese momento, el que tenía Covid se moría, según lo que veíamos en los noticieros", recuerda.
La situación se agravó cuando comenzó a tener dificultades para respirar. "Fue lo más alarmante y lo que más miedo me dio. Me trasladaron al Hospital Cullen, y fue ahí cuando volví a tener contacto con otras personas", cuenta.
Sin embargo, el impacto emocional fue profundo. "Mi abuela lloraba por teléfono y se despedía de mí. Era una cuestión de vida o muerte. Ni siquiera pude avisarles a mis seres queridos; se enteraron por los medios, porque la información se filtró", relata.
Amenazas, acusaciones y el estigma del "caso cero"
Pero el virus no fue lo único que Orazi tuvo que enfrentar. "Me convertí de un segundo para otro en famosa, pero no de la manera que uno quisiera. Recibí mensajes deseándome que me muera, que lo peor me pase. Incluso hubo personas que fueron a mi casa, sacaron fotos y amenazaron a mi familia", describe con tristeza.
Las acusaciones falsas también fueron constantes. "Me denunciaban que estaba en el banco, en el supermercado, en la cancha... y yo estaba internada. La policía iba a mi casa cada cinco minutos para constatar que cumpliera la cuarentena, cuando en realidad estaba en el hospital", agrega.
La solidaridad y la recuperación
A pesar de las dificultades, Orazi también recuerda los gestos de apoyo que recibió. "Hubo mucha solidaridad y oraciones de personas que ni siquiera conocía. Eso me ayudó", afirma. Clínicamente, su recuperación fue rápida. "Lo más grave fue la dificultad para respirar. No podía dormir acostada, tenía que hacerlo sentada. Estuve internada desde el sábado 21 hasta el lunes a la siesta", detalla.
Cinco años después, Orazi goza de buena salud y no tiene secuelas. "Me postulé para donar plasma en ese momento. Hoy tengo una vida normal, estoy bien y no tengo problemas de salud", asegura.
Sin embargo, las cicatrices emocionales aún están presentes. "Fui señalada con el dedo, recibí malos deseos y mensajes de odio. Esas son las cosas que uno quiere borrar", confiesa.