El pasado es una cantera inagotable. Diferentes investigaciones, publicaciones y productos multimedia son el resultado de haber recurrido a él, motivados por interrogantes sostenidos por una serie de motivos: hipótesis, contingencia, curiosidad, ingenuidad, urgencia, angustia.
Una cantera imantada: el pasado como atractor
El historiador, investigador y docente de la UNL, Bernardo Carrizo, reflexiona sobre la investigación publicada por UNO Santa Fe, vinculada al acta de fundación de la ciudad de Santa Fe.
Múltiples y valederos impulsores que, en su exposición, aspiran a resolver algún interrogante que dialoga con el presente multifacético. Pero, a su vez, este está constituido por una insalvable incertidumbre que, ilusoriamente, busca en lo pretérito alguna respuesta para una mejor, o al menos diferente, interpretación respecto del cotidiano vivir. Pero, como se dice en muchas ocasiones, "esa es otra historia".
El pasado es una cantera que convoca a diversos protagonistas mancomunados por una capacidad compartida que, a diferencia de la etapa infantil, pierde espontaneidad a medida que sumamos años, ensombrecida por una resignada aceptación de la realidad.
Nos referimos al acto de preguntar: ¿por qué? ¿cómo? ¿dónde? ¿cuándo? Interrogantes que, a veces, desatan problemas imprevistos, resultado más del presente que del pasado. De esta manera, se encuentran en un cruce inesperado, casual o inadvertido, la búsqueda de respuesta y la problemática del hoy.
La nota de Aquiles Noseda, publicada hace pocos días en UNO Santa Fe, presenta un conjunto de prácticas que guardan relación no solo con el pasado, sino también con las acciones que despliega todo aquel que lo vincula con el presente a través de un interrogante. ¿Qué sucedió? ¿Dónde está? ¿Qué pasó con el acta de fundación de la ciudad de Santa Fe de la Vera Cruz? Más aún, porque dicho documento existió, aunque se perdió en los laberintos de la incertidumbre.
La ausencia de información genera la inquietud que labra un terreno propicio para la investigación, más aún si se pertenece al campo periodístico. Pero quienes se dedican al ejercicio del periodismo no están obligados a indagar en el pasado. Sí dar a conocer lo que sucede al calor de los propios acontecimientos, y también a esbozar la primera interpretación, con el riesgo que ello significa.
Así, el periodismo se convierte en enunciador, testigo y, en ocasiones, protagonista de sucesos en desarrollo. Pero el pasado es un atractor que, por su condición, desplaza la investigación periodística situada en el presente hacia el pasado, un impulso que se genera a partir de la interpretación de lo que acontece. Esa tensión que conlleva al vínculo presente-pasado y la incorporación del campo periodístico a una ruta transitada por aquellos que “hacen historia” como profesión.
Pero indagar esa convivencia, que resulta de escrutar el pasado al hermanar inquietudes provenientes de diferentes ámbitos, es otra historia.
En 1990, el historiador norteamericano Robert Darnton, atrapado en la complejidad de dar a conocer las interpretaciones emergentes de su oficio con las exigencias de la comunicación periodística, escribió: “Exponerse al pasado altera la noción de lo que se puede conocer. Uno se enfrenta todo el tiempo con misterios: no simplemente con la ignorancia (un fenómeno familiar), sino con la impredecible extrañeza de la vida entre los muertos. (…) Hemos hablado con los muertos, pero nos cuesta trabajo hacernos escuchar entre los vivos.”
Sugerente complejidad la que nos propone el autor. La observación, contemplación y lectura del documento enviado por el Archivo General de Indias (Sevilla, España) invita a armar ese puente imaginario, pero realizable, a través del oficio de hacer historia, entre el siglo XVI y el XXI. Pero no resulta tarea sencilla.
La distancia temporal con el documento es significativa. ¿Qué motiva semejante esfuerzo en pos del logro de su “retorno” a la ciudad? Una respuesta inicial se revela: visualizar, a través de la reprografía, el momento fundacional de la ciudad capital de la provincia. Acontecimiento histórico y también simbólico que implica estar parados frente al origen o al inicio de la historia citadina.
Se cubre un vacío que se descubrió al constatar el extravío y la conservación solo de un fragmento del acta original de 1573. Con el arribo del documento a la ciudad fundada por Garay, en la actual Cayastá, se habría respondido a algunas de las preguntas que impulsaron esfuerzos devenidos en trámites y gestiones varias. ¿Algo más? Posiblemente puedan desatarse otras historias a través de hipótesis que pueden o no ser certeras.
"El documento firmado por Juan de Garay, de gran densidad narrativa debido a la información precisa respecto de localizaciones, distancias y nombres propios, fue escrito en 1583 y certificado por el mismo escribano de 1573, Pedro Espinosa."
¿Hubo otros documentos que los autores utilizaron para (re)elaborar un escrito que hace referencia a hechos acaecidos una década antes? ¿Es un ejercicio de memoria infalible que reproduce lo que en principio se escribió al calor de los acontecimientos? ¿Esa distancia temporal, espacial y emotiva respecto de 1573 operó en Garay o Espinosa?
Más allá de estos interrogantes, las exigencias de las autoridades del momento manifiestan la necesidad de instituir la fundación. El acta legitima el acto y ratifica la posesión del espacio por parte de la corona española. El documento da cuenta de lo sucedido y revive el acto. Consolida la soberanía sobre un territorio aún en proceso de expansión y descubrimiento. Pero esa es otra historia.
La dificultad para la conservación del acta original de 1573, por un lado, y la incertidumbre respecto del destino del microfilm que contenía las imágenes de aquella, por otro, disparan una serie de interrogantes respecto del lugar que el gobierno de turno le otorga, en la agenda de gestión, a una política de archivos.
Una página ilegible, fotos y extravíos: ¿qué conservó hasta ahora Santa Fe del acta fundacional?
Es decir, ¿qué lugar ocupa esta en las políticas de Estado? Y a partir de ello: ¿cuál es su porcentaje en el presupuesto? ¿Cómo se traduce en fondos destinados al pago de sueldos para personal especializado? ¿Y para la adquisición de espacios adecuados y materiales imprescindibles para la conservación? ¿O para la ejecución de procesos de digitalización? ¿Y las formas de acceso y manipulación por parte de quienes consultan papeles que tienen siglos? ¿Y para el diseño de una página web que posibilite el acceso on-line a la documentación o su solicitud mediante la tramitación correspondiente?
Las respuestas a las inquietudes expuestas impactan indefectiblemente sobre quienes “hacen historia” ya sea como parte de su oficio, estudio, formación profesional, hobby o investigación circunstancial.
Estas indagaciones se disparan a partir de interrogantes sostenidos en hipótesis validadas por una comunidad científica, o por el solo hecho de responder a una curiosidad puntual.
Más allá de las diferencias en cuanto a motivaciones, el destino del trabajo con documentos está condicionado por aquella política de Estado, si la hubiera, y su traducción en acciones observables.
El hallazgo, conservación y acceso a fuentes pauta de alguna manera el conocimiento del pasado. También influye sobre la generación de nuevas interpretaciones elaboradas desde, y expuestas en, el presente. Y, más aún, condiciona el futuro porque si es posible proyectar de alguna manera nuestro porvenir es, entre otros componentes, a partir de lo que se sabe de la historia de una sociedad.
Para que hablar con los muertos no se convierta en una conversación de cementerio, es necesaria la interpelación hacia los vivos a través de nuevas interpretaciones. Para que también quienes hoy transitan esta época resguarden esa condición tan humana de aprender y poner en tensión lo ya conocido.
Esa posibilidad abre las compuertas para otra historia posible. Porque el pasado es un imán que atrae a todo aquel que pregunta desde alguna dimensión del presente. Porque preguntar no es un acto infantil. Es un acto político que expone la adultez de una sociedad. Pero el resultado de esa pulsión de vida es, también, otra historia posible.
Bernardo Carrizo Historiador. Docente-investigador Universidad Nacional del Litoral